México antes de las lavadoras: de cuando los ríos eran lavaderos comunales

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Antes de las lavadoras los espacios de limpieza construyeron identidad, cultura y vida.

 

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En la antigüedad lavar ropa era una tarea de un día entero y varios sacrificios, y no era el único ya que  además había que ser madre de familia encargada de cocinar, fregar, limpiar la casa, cuidar de los hijos, acarrear el agua, remendar la ropa, y las lavadoras se comenzaron a ofertar hasta 1960 en los lugares con electricidad y en los hogares más acomodados.

 

 

Además, antiguamente la ropa estaba mucho más sucia que la actual, porque la higiene personal era menor al no haber agua corriente. Acarrear el agua para los distintos usos incluso el de dar de beber al ganado consumía mucho tiempo debido a la distancia a la que se encontraba la fuente de agua y la frecuencia del uso cotidiano para cocinar, limpiar, beber, etc.

Así que la mayoría de las mujeres acudían al río para lavar la ropa, pero era parte de un proceso largo ya que los lavaderos surgieron a finales del siglo XIX y antes lo normal era tallar la ropa contra las piedras de río. La otra cosa es que también era peligroso lavar la ropa de enfermos y que esa misma agua era usada tanto por ganado como para consumo humano propiciando epidemias.

 

 

Asimismo, era cansado lavar las prendas así que las mujeres usaban ropa liviana, mostrando más que lo que el dictado de la época… El buen tiempo hacía posible “sacar los trapos sucios”, restregar las prendas y ponerlas a remojar. El remojo se hacía con agua caliente y podía repetirse hasta 6 veces con tal de quitar la grasa corporal. Luego había que llevar la ropa húmeda de regreso a la casa.

El jabón y lejía química hicieron más sencillo el proceso y que fuera posible llevar la ropa al río buscando una piedra plana o la tabla de lavar que favorecía la operación del fregado, estregado y limpiado. Luego se ponía a secar la ropa sobre piedras o el pasto.

Lavar la ropa y estar en un río durante mucho tiempo, producía resfriados, reuma, pulmonía, bronquitis y también afecciones a la piel. Las manos sangraban pero siempre ha sido un oficio colectivo que simboliza la relación entre el agua, el lavado y la feminidad, siendo escenarios en donde también se podía conversar, reír, cantar, aliviar penurias y sacrificios que enfrentaban en su vida diaria, sobre todo ya en el siglo XX.

 

 

El siglo XX trajo una preocupación por la pureza del agua, médicos higienistas, y algunos avances tecnológicos en el campo del lavado de la ropa que transformarían este oficio. Los lavaderos públicos de cemento tenían una superficie rugosa para restregar la ropa y un tanque con agua que brotaba de un grifo. Sin duda es un técnico que incluía un equipo de piedra y accesos urbanos  y de cañería.

Los lavaderos también facilitaron el cuidado de los niños, permitía una vigilancia el estar lavando a la altura de la cintura y no con la cabeza abajo mirando el río. Esto trajo consigo que el acto de restregar, hacer espuma, quitar el jabón exprimir y quita manchas fuera un proceso mucho más digno.

 

 

El Sanacoche era un tipo de raíz parecida al camote que se usaba como jabón natural. Se machacaba el tubérculo con una piedra y con eso era el “Suavitel” de la época. Lavar piezas grandes como cobijas y cobertores era otra cosa, ya que el cobertor con agua es muy pesado y no solo lavarlo es complicado, darle vuelta y limpiar, quitar manchas y cargar el bulto de cobertor más la ropa mojada era un martirio.

En CDMX existen lavaderos públicos en alcaldías de Xochimilco, Iztapalapa y Milpa Alta y donde además de la limpieza,  es posible hacer yoga, zumba, cursos gratuitos de violencia intrafamiliar, de sexualidad y náhuatl. En el pueblo de San Pablo Chimalpa, Cuajimalpa, existen dos de estos legendarios lugares: uno ubicado en la calle Reforma  y otro cerca del “río chico” y “río grande”.