Historias, hospitales y museos, la enigmática Avenida Hidalgo.
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En una ciudad tan inmensa como esta es una tarea imposible conocer todas las historias que guardan sus arterias. Aquí hay esquinas, que aunque en estos días parecen genéricas, en otros momentos fueron emblemáticas y vieron pasar silenciosamente los pormenores de nuestra historia: los ríos, los pueblo originarios, la llegada de los españoles, la invasión francesa y hasta la Revolución Mexicana. Tal es el caso de la Calle Hidalgo y su intersección con el Eje Central. En esta perpendicular (invadida por el comercio ambulante) se construyó durante la Colonia uno de los palacios más bellos de la capital. Ahí estaba la famosa Casa de la Mariscala de Castilla; un inmueble barroco hecho de tezontle, que tenía un escudo de armas en la puerta y sorprendentes balcones salientes. Tristemente, la legendaria vivienda que perteneció a los aristócratas ibéricos fue derribada en 1943, y en su lugar se levantó un edificio estilo Art Déco llamado “La Mariscala”, que por mala fortuna, en 1985 sufrió un daño estructural y tuvo que ser derrumbado. Actualmente en el lugar hay sólo un terreno baldío y para los capitalinos solo queda la posibilidad de pararse en el sitio e imaginar las bellezas de otras épocas que había ahí. Unos pasos más adelante, ya sumergiéndonos en las profundidades de Hidalgo, aparece la fachada de tezontle de la Parroquia de la Santa Veracruz; una de las iglesias más antiguas y deslumbrantes de la Ciudad de México.Según cuantiosos expertos, este templo fue construido en el año 1759, y fue bautizado así por Hernán Cortés para agradecer a Dios haber llegado con bien a México. Por dentro, el lugar está lleno de reliquias y de estatuas dramáticas que viven entre muros de piedra. Al salir del legendario santuario, lo más recomendable es caminar sobre una de las plazas más hermosas de esta urbe. Un rincón cuadrado, escaleras abajo, en el que se pueden apreciar estupendos edificios coloniales, que nos muestran de una forma muy detallada cómo lucía este costado del Centro Histórico durante la Nueva España. Según los historiadores esta arteria fue la sede del primer hospital de América Latina. Cada casa de esta explanada de piedra es una obra de arte, sin embargo, vale la pena poner atención a dos construcciones. En primer lugar hay que reparar en la deslumbrante fachada circular del piadoso Templo de San Juan de Dios. Un portento (con una puerta única) que fue la obra más importante del arquitecto novohispano Miguel Custodio Durán; un individuo que imprimía en sus diseños la obsesión que tenía con el movimiento. Como anécdota, esta plazoleta fue el lugar propicio para que los doctores revisaran la salud de las prostitutas del siglo XIX. Las chicas, además de hacerse una chequeo de salud, se inscribían a un censo que había mandado a hacer Maximiliano. Este evento llamaba la atención de los mirones que se ponían a un costado a ver cómo atendían a las jóvenes. Finalmente, para acabar este breve recorrido por Avenida Hidalgo, no está demás darse una vuelta por el esplendoroso Museo de Franz Mayer. Este recinto se edificó en el siglo XIX y ha resistido muy bien los embates del tiempo. Actualmente guarda en su interior una increíble colección de arte decorativo, sin precedentes en la capital. En conclusión, la Avenida Hidalgo es imprescindible. Es la prueba empírica que en la Ciudad de México la magia sucede en todos lados a donde se asomen los ojos, incluso detrás de Bellas Artes.