Conoce el proyecto del Palacio Legislativo que antecedió al Monumento a la Revolución.
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En 1897, la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas lanzó la convocatoria para la edificación de una nueva sede para el Poder Legislativo, la cual albergaría la Cámara de Senadores y Diputados. La obra estuvo marcada por el escándalo desde el inicio, puesto que el dictamen del concurso fue polémico, al quedar sin nombramiento el primer lugar, declararse un empate por el segundo y haberse seleccionado como ganador un tercer puesto: el diseño del entonces recién finado Pietro Paolo Quaglia.
Al respecto, Antonio Rivas Mercado escribió: “Los hechos vienen a robustecer mis aserciones: desde el primer paso se han iniciado los derroches. Se ha excavado ya el terreno para invertir considerable suma de dinero en una plataforma de acero y concreto… Tengo sin embargo, un consuelo, que esa plataforma pueda soportar otro edificio digno de México.”
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En 1906 se llevó a cabo el proyecto de la construcción del Palacio Legislativo Federal, el cual pretendía ser uno de los más imponentes del mundo con una estructura metálica de más de 14 mil m² y tecnología vanguardista en su cimentación; tuvo una excavación profunda, así como un trabajo artesanal en los remaches de la estructura.
El sitio elegido para la edificación fueron unos terrenos pantanosos cerca de la colonia Tabacalera y del Paseo de la Reforma. La primera piedra del monumento fue puesta por Porfirio Díaz el 23 de septiembre de 1910 como parte de los festejos del Centenario de la Independencia de México. El edificio tendría 112 metros de frente y una altura de 68 metros. Se deseaba superar en belleza y altura al Capitolio de Washington.
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Pero debido a los movimientos revolucionarios de la época, la realización del edificio fue suspendida. En 1933 el arquitecto mexicano Carlos Obregón Santacillia rescató el proyecto luego de ser abandonado por casi 20 años y le dio un nuevo significado creando un concepto arquitectónico en el que combinó el Art Decó con elementos de grandes proporciones.
El escultor Oliverio Martínez también se unió a la realización de la obra y creó las cuatro columnas del monumento que representan la Independencia, la Ley Agraria, la Ley Obrera y la Ley de Reforma. Además, en estos pilares se encuentran los restos de Venustiano Carranza, Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles y Francisco Villa.
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Esta es la forma en que luciría esta construcción en lugar del Monumento a la Revolución. La historia de este demuestra la corrupción y exuberancia del General Díaz. Por medio de maquetas, planos, gráficas, fotografías, mapas y algunos audiovisuales, es posible tener una idea de lo que se pensaba hacer.
Para la construcción de este edificio, se le asignó al destacado arquitecto francés Émile Bérnard. Pero lo que convirtió Porfirio Díaz pensó sería un palacio legislativo para mostrar el poder de la dictadura, se convirtió en un monumento a la revolución del pueblo y donde hoy también existe el Museo Nacional de la Revolución.
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Como ya se mencionó, este Palacio Legislativo estaba destinado a competir contra el Capitolio de Washington. Émile Bénard trabajó en la construcción de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Berkeley, y fue asistente de diseño de Charles Garnier en la afamada Ópera de París.
En 1922 Émile Bénard intentó retomar su proyecto, en lo que sería el Panteón de los Héroes, dedicado a los revolucionarios caídos. Álvaro Obregón vio con buenos ojos la idea, pero fue asesinado poco después.
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Hoy en día, el Monumento a la Revolución, un ícono de nuestra ciudad, ya tiene más de cien años de vida y alberga el Museo de la Revolución; además, es posible acceder a la cúpula por un elevador de cristal.
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