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La Calle Joya todavía resguarda la leyenda de un amorío sobre lo que hoy es la calle 5 de febrero.
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El Centro Histórico es un lugar que se tiene que conocer a pie, muy a pesar del bullicio y otros pretextos que uno se da cuando va a la vieja Gran Tenochtitlan. El centro histórico evoca folclore, cultura e identidad, incluso muchas calles muestran la historia de nuestro gran legado.
Uno de ellos es la calle de la Joya, a través de la 5 de Febrero, y aquí te dejamos la historia.
A un costado del Palacio del Ayuntamiento, hoy en día las oficinas del gobierno de la CDMX, está la calle 5 de Febrero. Esa fecha, de 1917, vio la luz nuestra Carta Magna de la Constitución del mismo año y que con algunos cambios rige hasta hoy en día.
La calle de 5 de febrero está conformada por 5 calles: la primera llamada Primera Calle de 5 de Febrero, en donde se encuentran las tiendas departamentales (y tienda departamental más antigua de México: el Palacio de Hierro, creado en 1891 e inaugurado por Porfirio Díaz).
La Segunda calle de 5 de febrero se encuentra un edificio elaborado por el ingeniero Miguel Ángel de Quevedo. En la Tercera calle de 5 de Febrero hay farmacias (muy cerca del antiguo Hospital de Jesús de Nazareno, el primer hospital de toda América)
La Cuarta calle de 5 de Febrero; en su entronque con la calle Mesones, nos encontramos con una edificación muy al estilo colonial, la cual porta una placa que ostenta y nos cuenta que ese tramo antiguamente fue conocido como la calle de la Joya.
Según el vox populi del siglo XX, que a esta calle se le denominara de dicha manera, es debido a un amor de tres.
¿Un amor de tres?
En esta calle, un mercader acaudalado de la Nueva España llamado Alonso Fernández de Bobadilla, esposo de la bella doña Isabel, recibió una carta anónima, con el escrito (chismecito, ¿o no?) de que su esposa le estaba siendo infiel y que tenía amoríos fuera del matrimonio.
En lugar de confrontar a su mujer, ese mismo día le comentó a su esposa que tiene que ir con el virrey para tratar unos asuntos. Al salir, se disfraza con una capa y un sombrero, y espera afuera de su vivienda, ansioso por ver quien se aparecía en su casa. Al poco tiempo se presenta a la casa, el fiscal del ayuntamiento, Raúl de Lara, con un brazalete y varias joyas.
Don Alonso, enloquecido de celos y viendo la escena del cortejo se lanza sobre estos amorosos, tomó el puñal, se dirigió hacia la calle y en la puerta de su casa, justamente en el portón, le clavó el puñal a uno y sosteniendo la joya, para demostrar cómo defender la honra, a la otra.
Esta historia la escribió Vicente Riva Palacio en 1882 en el diario La República y hoy lo podemos encontrar en un libro de nombre “Tradiciones y Leyendas Mexicanas” de Riva Palacio y Juan de Dios Peza.
Pero José María Marroquí, en su libro La Ciudad de México (tomo III), nos cuenta que el tras investigar en varios documentos de cabildos, de donde se originaba el nombre de esa calle, no obtuvo información la cual justificara este nombre, cuando lee en el diario de La Republica el texto de Riva palacio, va a visitarlo inmediatamente para preguntarle cómo fue que obtuvo esos datos, que él había estado tocando de casa en casa para recabar información de quienes vivían en esa calle y nadie supo darle un porque, a lo que Riva Palacios le contesta estas precisas palabras “No crea usted, todo es imaginación”.