“Tendría, yo, ocasión de realizar la integración plástica de la pintura y la escultura, haciéndolas vivir dentro del agua que daría movimiento a sus formas, y en el aire, con el cielo reflejado en el espejo de agua” Diego Rivera
Las fuentes han sido un símbolo de vida por milenios al estar asociadas con el agua. Cada fuente del mundo es un tributo al arte, a sus alusiones plásticas, y sobre todo a este vital líquido. En la ciudad de México existe una fuente poco conocida pero que podría situarse entre las más espectaculares del mundo por su magnitud y diseño pues está hecha literalmente para que sea visible desde el cielo.
Su forma es tan intrincada y laboriosa que podría considerarse, de hecho, como uno de los laberintos plásticos de la ciudad. Única en su tipo, nos referimos a la Fuente de Tláloc; una obra del icónico artista Diego Rivera.
En el bosque de Chapultepec, en su segunda sección, existe una construcción conocida como el Cárcamo de Dolores que fue hecha en 1951 para celebrar las obras hidráulicas del sistema del Río Lerma realizadas para el abastecimiento de agua a la ciudad. El Cárcamo de Dolores está formado por 3 tributos: el edificio, el mural “El agua: origen de la vida en la tierra” y la Fuente de Tláloc.
Tanto el mural como la fuente son obra de Diego Rivera. La fuente como mencionábamos antes, es un trabajo sumamente detallado pues está hecho a base de mosaicos.
Historia
Durante la década de los cuarenta del siglo XX, la visión nacionalista de los espacios arquitectónicos abandonó el uso de muros y optó por incluirse en toda la obra a partir de una propuesta controvertida pero muy valiosa: la integración plástica. A esta época y visión pertenece el Cárcamo de Lerma, una obra civil de gran envergadura que se enriqueció con la conjunción única de arquitectura, escultura y pintura. En los cuarenta y cincuenta se da una expansión en la obra pública y las necesidades arquitectónicas del país obligarán a tomar definiciones. Diego Rivera será un vocero primordial a favor de la integración plástica: “la arquitectura es un arte que trabaja con formas y color en volumen, es decir, un arte plástico más completo y más complejo… (el arquitecto) tiene que reunir en sí mismo las dotes de un pintor y un escultor.” Este pensamiento motivará a Rivera a participar en el Cárcamo de Dolores donde podrá materializar una de sus ideas persistentes: la verdadera pintura mural debe ser parte funcional de la vida del edificio, “una suma sintética y expresiva de sus funciones humanas… un elemento de unión y amalgamamiento entre la máquina que es el edificio y la sociedad humana que lo utiliza.” https://www.instagram.com/p/CWZQUntLlRU/ Diego Rivera recibió la propuesta del arquitecto Ricardo Rivas viera en el proyecto la oportunidad de conjuntar un edificio de función social con su arte. Rivas y Rivera compartían tanto visiones arquitectónicas como políticas. Rivas perteneció a la Unión de Arquitectos Socialistas y estuvo afiliado al Partido Comunista. Sus afinidades dieron como resultado un edificio profundamente distinto, conjunción de estilos clásico y tolteca, ejemplo de funcionalidad y arte. El conjunto dedicado a la recepción y distribución de agua dentro del sistema del Río Lerma inició su construcción en 1943 y consta de tres elementos: el edificio, la esculto-pintura de Tláloc y el mural “El agua: origen de la vida en la tierra”, nombre con el que el propio Diego Rivera se refiere a esta obra. El mural, según algunas fuentes inconcluso, incluye cuatro compuertas metálicas que lo conectan a igual número de enormes cisternas o tanques de distribución. Tanto el mural como la fuente son obra de Diego Rivera. La fuente como mencionábamos antes, es un trabajo sumamente detallado pues está hecho a base de mosaicos. Su tema es una reminiscencia de la naturaleza lacustre de la ciudad y una alusión prehispánica a las cuestiones relacionadas con el agua. Un Tlaloc en movimiento, en plena acción de traer agua, metáfora al fin de todo el sistema hidráulico del Lerma, destinado a abastecer del fluido a gran parte de la ciudad. No es un dios estático, que surge de las aguas para ser venerado, sino activo, pues participa en la realidad cotidiana aportando sus dones. https://www.instagram.com/p/BWsPRGzACq4/
Descripción de esta laberíntica (y magnífica fuente)
Verás a un dios Tláloc recostado sobre el agua, con dos cabezas que miran con la boca abierta hacia el interior del Cárcamo. En la mano derecha de esta deidad de la lluvia sobresalen del agua dos enormes mazorcas de maíz, mientras su mano izquierda siembra granos de esta misma planta. En la escena, que además es espectacular apreciada desde las alturas, existen algunas milpas sobre las que llueve. También dibuja una representación de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, y otros animales como peces, arañas, y una víbora de cascabel.
En el huarache del pie izquierdo de Tláloc puede verse el agua que surge de la tierra, acaso como un recordatorio de la unidad de todo; luego surgen una cadena de montañas que memoran la geografía de la ciudad. Finalmente el agua se abre paso por las montañas y llega Tenochtitlán.
También podrás ver el águila posada sobre el nopal que crea un camino al agua.
Foto:Flickr/kalavinka
Un lugar poco conocido
Por tratarse de un sitio tan magnífico y peculiar es un poco extraño que no sea tan conocido ni publicitado como turístico. Esta fuente retoma la idiosincracia prehispánica sobre el agua pero también la poderosa significación del maíz como parte la identidad de la ciudad.
Te dejamos algunas fotografías de este hermoso laberinto considerado por el mismo Rivera como una simbiosis entre la pintura y escultura; envuelta a su vez en el precioso devenir del agua.
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