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Sobre la excéntrica leyenda de la Bruja de Iztacalco

La joven y bella mujer fue acusada de brujería, por haberse quitado y puesto las piernas enfrente de todos.

Resulta lógico pensar que cada delegación que constituye la Ciudad de México tiene con su propia leyenda, una narración popular que cuenta la historia fantástica e inverosímil de peculiares personajes. Pues Iztacalco no es la excepción, a este barrio todavía lo acecha la memoria de la llamada Bruja de la Chinampa.

El cronista oficial de este paraje, el Lic. Francisco Cázares Alvarado, habla en uno de sus textos de lo ocurrido en el Barrio de los Reyes. En Tlazintla, en 1930, los vecinos se encontraban abrumados y llenos de consternación, pues estaban amaneciendo cráneos de bebés colgados en los árboles de la zona.

Una madrugada, los pobladores del pueblo capturaron a una mujer en una chinampa que llevaba por nombre “Alfaro”. La acusaban de ser bruja, motivo que despertó la inquietud de las autoridades, quienes arribaron al lugar y se aproximaron a la mujer. Ésta tenía como 18 años, era muy bella, con el pelo largo y negro. Estaba sentada en el suelo.

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Le ordenaron que se parara, pero no hizo caso. Finalmente uno de los gendarmes la tomó forzosamente del brazo para erguirla. Sin embargo, en cuanto esto pasó, la mujer cayó al suelo, pues no tenía pies ni pantorrillas. Los que se encontraban alrededor de la escena soltaron alaridos de impresión y temor.

Las autoridades la interrogaron, exigiéndole que revelara qué había sucedido con sus piernas. La joven contestó que se las había quitado y las había depositado debajo de un maguey, pero que alguien las había robado. Cuando la amenazaron con quemarla en la Plaza de San Matías por brujería, la mujer cedió y comenzó a dar su información. Dijo que se llamaba María y que era de Santa María Aztahuacan. También pidió que no le comunicaran lo sucedido a su marido, solamente a sus padres.

Todos le atribuían los extraños cráneos que amanecían por los árboles del lugar, por esto los policías de inmediato trajeron a su familia, incluido su esposo. Antes de llegar, éste amenazó con demandar por calumnias, pues no podía creer que su dulce y buena mujer hubiera hecho algo tan terrible.

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Pero cuando el esposo llegó la reconoció, y decepcionado le preguntó por qué había hecho tal cosa. La supuesta bruja le rogó que la perdonara, no obstante, frente a todos el esposo le dijo que no quería volverla a ver, y que regresaría pronto a su hogar a sacar todas sus cosas.

La mujer intentó levantarse pero no pudo. Y fueron los familiares los que abogaron a favor de la mujer, pues no había hecho nada malo y de aquel día en adelante iban a tener control total de sus actos. Como los padres de la mujer firmaron prometiendo esto, se perdonó a la Bruja de Tlazintla, pues se trataba de una situación fortuita y extraña que no hubiera podido ser resuelta con leyes penales.

Un hombre al que apodaban “Coto” llegó con las piernas de la mujer al lugar, se las entregó a las autoridades, quienes a su vez se las entregaron a la bruja. Ésta, para sorpresa de todos, se las colocó de nuevo sin problema. Y desde entonces esta estrambótica leyenda ha hecho temblar a los esotéricos pobladores de la delegación de Iztacalco.

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