Gilberto Bosques era cónsul general en Marsella cuando los alemanes tomaron la ciudad.
Gilberto Bosquesnació en Chiautla de Tapia, Puebla, el 20 de julio de 1892. Participó en la rebelión de Aquiles Serdán en 1910, y en 1914 luchó contra los estadounidenses en el puerto de Veracruz. Tras el triunfo de la Revolución se hizo político y desempeñó distintos cargos como secretario general del Gobierno de Puebla, diputado federal y presidente del Congreso de la Unión. En 1939 fue enviado a Europa para ser cónsul en Marsella, y después de la victoria de Francisco Franco en España y el panorama de guerra en todo el continente, el presidente Lázaro Cárdenas lo nombró cónsul general de Francia. Su principal tarea era salvaguardar a los mexicanos residentes en el país galo y alrededores, sin embargo, también brindó visas mexicanas a polacos, italianos, españoles y judíos que huían de los nazis. A lo largo de sus memorias, Gilberto narra el siguiente pasaje: “La asistencia para los perseguidos tomó la dimensión de un deber de carácter humano. Nuestra ayuda consistió en la ocultación de ciertas personas, en documentar otras, darles facilidades, llevarlas a la posibilidad de una salida de Francia, que era muy difícil”. De igual manera, brindó su ayuda rentando los castillos de Reynard y Montgrand, donde puso la bandera de México. Ahí se albergaron más de 12 mil personas, y con el presupuesto brindado por el Gobierno mexicano, rescató niños huérfanos que eran recogidos en los alrededores de los campos de concentración de donde huían. De igual manera contrató buques para transportar a la gente ofreciéndoles la nacionalidad mexicana en caso de que la quisieran. Con el transcurso de la guerra, México le declaró la guerra al Eje y rompió su relación con el gobierno de Vichy, Francia. Esto hizo que tropas de la Gestapo tomaran el consulado e hicieran prisioneros a Bosques, su familia y a 38 trabajadores más, trasladándolos a un “hotel-prisión” en Bad Godesberg, Alemania. Ahí, el cónsul mexicano declaró que los debían de tratar como prisioneros de guerra, logrando que no los trataran de una manera denigrante. Finalmente, tras un año, logró regresar a México en 1944 gracias a un intercambio de prisioneros alemanes que habían sido capturados en Veracruz. Cientos de refugiados a quienes les salvó la vida lo recibieron cuando llegó al país, como muestra de agradecimiento. Gilberto siguió en la vida política siendo embajador en Portugal, Suecia y Cuba. Es importante recordar a este ilustre mexicano, que ha sido reconocido en todo el mundo, y que gracias a su infinita caridad logró salvar a miles de personas reflejando el altruismo que nos caracteriza como nación. Autor: Alejandro Nájera.