El misterio de la desaparición de la sociedad maya ha sido tema de fascinación a ojos de historiadores y aficionados. Numerosas son las causas que llevaron a que una civilización, ya sea en su pleno apogeo o en su franca decadencia, fuera arrasada sin dejar pocos o nulos rastros tras de sí. El crecimiento desmedido de la población, las catástrofes naturales, la falta de habilidad para gestionar los recursos de manera adecuada, la destrucción del hábitat, la inmoderada pesca o caza, son sólo algunas de las causas que han llevado a que el ser humano selle su destino fatalmente.
Jared Diamond, profesor de Geografía de la Universidad de California y Premio Pulitzer, afirma al respecto: ‘El aumento de población obligaba a las personas a adoptar medios de producción agrícola intensivos (como el regadío, la duplicación de cosechas o el cultivo en terrazas) y a extender la agricultura de las tierras óptimas escogidas en primer lugar hacia tierras menos rentables, con el fin de alimentar al creciente número de bocas hambrientas.’
Durante décadas, la sospecha principal de la extinción de los mayas, una de las culturas más fascinantes de toda la historia fueron las sequías. Sin embargo, jamás se había podido demostrar. Hasta ahora: Un grupo de investigadores de la Rice University, en Houston, se dirigieron al Gran Agujero Azul, en Belice, una laguna rodeada de grandes extensiones de arrecifes de coral, para examinar el fondo de una cueva submarina. Belice fue uno de los territorios donde existieron mayores asentamientos de la cultura maya junto a Guatemala y el sur de México.
La intención fue tomar muestras del fondo para hallar rastros de sequías. En tiempos de lluvias, el Gran Agujero Azul desborda sus aguas, las cuales llegan hasta ríos y arroyos cercanos. Cuando las aguas regresan a la calma, lo hacen arrastrando sedimentos hasta las cuevas submarinas. Muestras de ello es lo que los investigadores recolectaron en sus pesquisas para hacer un registro cronológico del clima histórico.
De esa manera se dieron cuenta que los sedimentos recolectados correspondían a una época de gran sequía (800 y 900 D.C) que provocó la huida del pueblo maya al norte del continente, hacia México específicamente. Sin embargo, investigaciones paralelas encontraron que el territorio conocido hoy como Chichén Itzá también sufrió otra devastadora sequía. Las consiguientes hambrunas y los problemas internos derivados de ello colapsaron irremediablemente a la cultura maya.
Una sequía se define como la ausencia prolongada de lluvias crónicas que derivan en un desequilibrio en la hidratación de una región específica. Se presume que en la actualidad el cambio climático ha causado que las sequías sean más recurrentes y duraderas que en el pasado, por lo que la causa del declive y desaparición de los mayas debió ser un caso anormal.
Los tipos de sequía que terminaron con esta importante civilización se catalogan como meteorológica y agrícola. La primera es cuando la media de precipitaciones desciende drásticamente, dando pie a la segunda, la cual se refiere al momento en que el suelo deja de tener los niveles de humedad suficientes para las necesidades de los cultivos. La agricultura fue uno de los medios principales para la subsistencia de las sociedades precolombinas.
Tom Sever, veterano arqueólogo de los Estados Unidos, y el estudiante de arqueología Robert Griffin explican, después de llevar a cabo numerosas investigaciones en Centroamérica y Yucatán, México: ‘Lo que nosotros creemos es que la sequía ocurrió de modo distinto en diferentes áreas. Nuestra hipótesis es que los aumentos de la temperatura y las disminuciones de las precipitaciones ocasionadas por la deforestación local causaron problemas lo suficientemente graves como para “empujar hacia el precipicio” a algunas, aunque no a todas, las ciudades-estado’.