Se trata de uno de los primeros molinos de papel que surgieron en todo el continente americano.
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Culhuacán es uno de los doce pueblos que constituyen la delegación de Iztapalapa. Esta zona, es considerada uno de los primeros asentamientos del Valle de Anáhuac, lugar que vio nacer al primer emperador de los aztecas. En náhuatl, el nombre de este pueblo quiere decir “cerro encorvado”, es una referencia al bastón de Quetzalcóatl y la sabiduría de los viejos.
Previo a la llegada de los españoles, Culhuacán era considerado un paraje de misticismo. En la cima del afamado Cerro de la Estrella, los colhuas se reunían para llevar a cabo diversos rituales, como la ceremonia del Fuego Nuevo y el culto a Tlátloc.
Sin embargo, tras la caída de Tenochtitlán, las diferentes órdenes religiosas comenzaron a esparcirse por los territorios aledaños con motivo de evangelizar a los indígenas. Durante el siglo XVI, los agustinos fueron los responsables de adoctrinar a los habitantes de Culhuacán.
Este cometido, se empezó a lograr mediante la construcción de templos y parroquias. Dentro de estos recintos, los frailes daban sus cátedras. Pero se percataron de que serían mucho más enriquecedoras si se emplearan a través de libros, tanto para los indígenas que comprenderían mucho mejor de manera visual, como para los españoles que podrían tropicalizar sus enseñanzas con dibujos.
Primero, los agustinos pintaron algunos códices en papel amate, una clase de soporte que los indígenas producían a base de las cortezas de árboles. Sin embargo, esta faena era exhaustiva y muy tardada. Pronto el gobierno virreinal hizo obligatoria la desaparición de este papel y encargó a los frailes crear alguno similar al de Europa.
Fue así, como alrededor de 1580, los españoles construyeron un molino enseguida del Convento y Seminario de Lenguas de San Juan Evangelista. El artefacto se logró gracias a un chorro de agua que caía por el terreno; los españoles lo aprovecharon y lo utilizaron para darle funcionamiento a una rueda que echaba a andar el molino.
Gracias a una investigación de carácter arqueológico que se dio en la década de los 80, se descubrió que el agua movía una leva que desgarraba unos trapos viejos, hasta hacerlos muy finos. Posteriormente se ponían a secar y luego se prensaban y se pulían.
Sin duda este molino de papel fue un ejemplo innovador no sólo de arquitectura, sino de ingeniería y mecánica en la Nueva España. Fue un invento que dio pie a otras creaciones de la misma índole, empezando así una revolución en todo el continente de proyectos industriales que a través de procesos hidráulicos y tecnológicos alcanzaban la elaboración de diversos productos.
Dirección: Culhuacan, av tlahuac 3570, Av. Tlahuac 481, Culhuacan, Iztapalapa, 09800 Ciudad de México, CDMX
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