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La historia de estos barrios es un universo aparte en el centro de la CDMX.
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La Morelos tiene un halo de prejuicio por diversas razones históricas y materiales, pero su lado menos conocida y exhibido, también es relevante para entender la cultura del barrio en donde perviven sus tres barrios emblemáticos: La Lagunilla, Peralvillo y Tepito.
En el siglo XIX, se fraccionó el territorio y se edificaron mesones y vecindades. En esa fecha era conocida como la colonia de La Bolsa y debido a la colocación del monumento a don José María Morelos, se le nombra, “La Morelos” que está dividida por las Alcaldías Cuauhtémoc y Venustiano Carranza; en donde es posible encontrar museos, Casas de Cultura, tianguis, mercados, diversas parroquias y hasta una carbonería de más de 70 años.
Tepito
Mecamalinco, o “barrio de los mecapaleros” del tianguis de Tlaltelolco, fue el primer nombre prehispánico que más tarde pasó a ser llamado Tequipeuhcan, que quiere decir “lugar donde comenzó la esclavitud” pues aquí fue hecho prisionero Cuauhtemoc, lo que dio fin al imperio azteca.
Tepito, en náhuatl Teocaltepiton que significa templo pequeño, caracterizado por su actividad comercial que se remonta a la época prehispánica, y cuna de distintas manifestaciones socioculturales, así como de drogas, pobreza y marginación en el centro de la ciudad, en donde las luchas y la resistencia por la conservación de su identidad, ha merecido el apelativo de barrio bravo.
Desde el siglo XIX, en esta parte de la ciudad ha vivido la población que se dedicaba a actividades obreras como la albañilería, carpintería, siembra, etcétera. Es por eso que se creó el mercado informal en las inmediaciones del templo de San Francisco, en donde serían reubicados los vendedores ambulantes del Centro Histórico, así como de comerciantes de La Lagunilla. Sin embargo, la segunda etapa de reubicación nunca llegó, y ahí se estableció el mercado.
Para inicios del siglo XX la mayoría de las personas en Tepito habitaba casas individuales, sin embargo, poco a poco se copió el modelo de vecindades que abarrotaba el Centro Histórico. Para 1950, debido a la falta de control, Tepito se convirtió en un centro de comercio informal, y pese a que el gobierno capitalino intentó transformar las vecindades en edificios de departamentos con mayor regulación y acabar con el ambulantaje, la situación los sobrepasó dando espacio a la historia que ya conocemos…
La Lagunilla
“La Lagu” no tiene un origen prehispánico como tal, sino en una penetración del lago de Texcoco que formaba un pequeño cuerpo de agua entre Tenochtitlán y Tlatelolco. Era el punto de acceso para las embarcaciones llenas de mercancías que se dirigían al mercado desde las poblaciones ubicadas a las orillas del lago.
En la parte sur del barrio, estaba Colhuacatongo (“lugar donde da vuelta el agua”) en donde en efecto, se hacían lodazales, encharcamientos y a la llegada de los Conquistadores españoles fue conocido por presentar resistencia tras la Caída de México-Tenochtitlan.
Los conquistadores le pusieron “La Lagunilla” a este cuerpo de agua que poco a poco se desecó a finales del siglo XVI. En esta parte de la ciudad se construyeron varias iglesias, la Plaza de Santa Catarina llegó a ser una de las más importantes y funcionó hasta los primeros años del siglo XX.
Desde 1590, en la esquina de las actuales calles República de Chile y Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín; fue donde se inició el célebre bordado de los vestidos que han hecho famoso al barrio y también se encuentran la Plaza de Montero y la Plaza Garibaldi, que durante el periodo colonial era conocida como Plazuela del Jardín.
En el siglo XVIII la popular Fábrica de Tabacos llegó tener cerca de 7000 empleados que fomentaron los mesones, la venta de comida y pulquerías; Luego vino el cierre de la Fábrica, la independencia y la epidemia de cólera de 1833 que asoló al barrio. A finales del siglo XIX, la Lagunilla se benefició del hipódromo de Peralvillo y la estación del tren de Tlatelolco.
Muchas familias de clase media alta llegaron al y construyeron casonas y edificios de departamentos que sobreviven actualmente y le dan al barrio su característico paisaje de ventanas con molduras de cantera y balcones de herrería. En 1904 comenzó la construcción de un nuevo mercado, que fue planeado como un centro de abasto de las nuevas colonias Guerrero y Santa María la Ribera.
La Peralvillo
Atenantitech pertenecía a Tlatelolco, y más tarde fue una tierra de indígenas y mestizos que no tenían cabida en la traza española, por lo que a lo largo de su historia generalmente ha sido considerado como una de las zonas más pobres de la ciudad. Durante la gran inundación de 1629 las construcciones del barrio fueron arrasadas por las aguas y la población sobreviviente fue diezmada por epidemias posteriores.
A mediados del siglo XVIII se da un auge en el consumo del pulque y las autoridades establecen en la zona la garita o aduana que cobraba los impuestos de esta bebida al entrar a la ciudad. A la garita llegaban las recuas provenientes de las haciendas pulqueras de Tlaxcala y del Valle de Apan, lo cual propició el crecimiento de la zona, estableciéndose mesones y negocios que ofrecían diversos servicios para los arrieros y comerciantes que llegaban a la Garita.
Aunque Peralvillo alberga varios edificios históricos fue excluido de la declaratoria de Centro Histórico de la Ciudad de México en 1980 y en 1987 de la declaratoria de patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Aún así, sobresalen los edificios coloniales de la Garita de Peralvillo, -actualmente sede del museo indígena- y la histórica Parroquia de santa Ana, ambos construidos a mediados del siglo XVIII.
También forman un patrimonio histórico importante los edificios que albergaron fábricas a finales del siglo XIX y principios del XX, así como la Casa de la Música Mexicana, y los talleres de vidrios y vitrales de Claudio Pellandini, el Edificio Marina de estilo art decó.