En la actual ubicación de uno de los edificios más emblemáticos de la CDMX, alguna vez se levantó el magnífico Palacio de Moctezuma, orgullo de Tenochtitlan.
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La historia de la arquitectura mexicana está llena de maravillas, personajes históricos, batallas y sincretismos. Los primeros grandes edificios de México fueron las pirámides y los templos, de los cuales algunos se mantienen en pie, mientras que muchos otros fueron destruidos. Los españoles se encargaron de minimizar y echar abajo la grandeza de las civilizaciones de antaño, construyendo iglesias, monasterios y casonas sobre los cimientos de los magníficos palacios prehispánicos. Uno de los más espectaculares fue el Palacio de Moctezuma, el cual, eventualmente, fue reemplazado por el Palacio Nacional.
Imagen de: Wikimedia Commons
Sin embargo, nos podemos imaginar algunos de ellos, como el del tlatoani mexica, gracias a las crónicas de esa época que llegaron hasta nuestros días. Si bien Cortés y sus hombres se encargaron de desmantelar la majestuosidad de Tenochtitlan, el conquistador no quedó impávido ante tal muestra de poderío y belleza. Justo a un lado del Zócalo Capitalino se han encontrado vestigios de lo que alguna vez fue una de las joyas de la metrópolis mexica: el Palacio de Moctezuma.
Su extensión era enorme, ya que abarcaba lo que ahora son el Palacio Nacional, la Suprema Corte de Justicia y la Universidad de México. Además, se encontraba rodeado por las lujosas viviendas de la nobleza. El palacio contaba con 20 puertas de acceso, las cuales daban directamente a la plaza principal de Tenochtitlan. También había una gran fuente, y amplios jardines con hermosos miradores y paseos. Cabe destacar que Cortés relató que el lujo en el que vivía Moctezuma incluso superaba a las cortes de los reyes europeos.
Imagen de: Wikimedia Commons
Esta afirmación no era gratuita, ya que las crónicas dicen que el Palacio de Moctezuma tenía estanques, aves exóticas, innumerables joyas y piezas de armamento exquisitamente labrado y adornado y ejércitos de sirvientes para mantener todo en un estado prístino. Era tal el tamaño del edificio, que Cortés nunca lo recorrió en su totalidad, a pesar de haber entrado unas cuatro veces. Eventualmente, el palacio se le dio a Cortés como botín de guerra, y fue pasando de mano en mano, fungiendo como la mansión de los virreyes de la Nueva España.
Aquí un pequeño fragmento de Historia de la Conquista, para que eches a volar tu imaginación: “…aunque sin clavazón, era todo muy bueno; las paredes de canto, mármol, jaspe, pórfido, piedra negra, con unas vetas coloradas y como rubí, piedra blanca, y otra que se trasluce; los techos, de madera bien labrada y entallada de cedros, palmas, cipreses, pinos y otros árboles; las cámaras, pintadas, esteradas, y muchas con paramentos de algodón, de pelo de conejo, de pluma…”.
Otro palacio famoso de la CDMX: el Palacio Municipal de Tlalpan, obra de Rivas Mercado.
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