Foto destacada: Rafael Platas Ruiz / INAH
Este petroglifo hallado en Colima, se cree, tiene más de dos mil años de antigüedad.
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En 2015 se produjo la última gran explosión del volcán de Fuego en Colima, generando una columna de ceniza volcánica que se elevó a más de 4 km de altura. Sucesos similares destruyeron ciudades como Pompeya, cuando el monte Vesubio arrojó gran cantidad de lava, 5 veces más caliente que el agua hirviendo.
Desde hace milenios, el volcán de Fuego de Colima ha arrojado rocas basálticas con gran furia. Una de esas rocas llegó a más de 14 kilómetros al sur, hasta la actual Cofradía de Suchitlán, donde los habitantes prehispánicos de Colima la tallaron la piedra hasta convertirla en un ‘mapa’ de su territorio.
¿Cómo fue hallada la piedra?
El fotógrafo colimense Rafael Cruz encontró la piedra en una zona cañera al norte de Comala, mientras exploraba la zona en compañía de otro fotógrafo. Tomó algunas fotografías y llamó a los especialistas del INAH para que realizaran una inspección del lugar.
Los especialistas quedaron estupefactos, ya que no se habían encontrado rocas de este tamaño y antigüedad, ni mucho menos con el detalle que tenía esta. Además, la roca está en el lugar original que la dejaron los ancestros.
Cuando los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) localizaron esta piedra con el petroglifo, en un predio particular, luego que días antes fue presentada una denuncia ciudadana al Centro INAH Colima.
Y fue el titular del INAH de Colima, Julio Ignacio Martínez de la Rosa, quien informó de la hipótesis de esta ‘piedra-mapa’, basado en el análisis de sus diseños y patrones, así como en la existencia de múltiples elementos similares en el estado. “Tan solo en la Zona Arqueológica de La Campana, en la capital estatal, hemos contabilizado más de 100 petroglifos”, comenta.
A su vez, el arqueólogo Rafael Platas Ruiz, designado para la inspección del bien cultural, señala que fue posible ver al menos tres técnicas de grabado –pulido, picoteo y desgaste–, las cuales se usaron para representar el paisaje orográfico y geográfico de la ladera sur del volcán, surcada por barrancas, escurrimientos y ríos que bajan del promontorio geológico.
La parte más alta de la piedra mide 1.70 metros de altura, tiene un ancho irregular de entre 2.12 y 2.77 m y espesor de entre 60 centímetros y 1.70 m. guarda un eje de aproximadamente 20° al noreste, es decir, está orientada al volcán de Fuego”.
El investigador del Centro INAH Colima abunda que en la superficie principal del petroglifo, alineada con el coloso y que también presenta un descenso hacia el sur, se labraron pequeñas oquedades circulares, las cuales representarían la ubicación de comunidades antiguas.
En la cara este se aprecian líneas que aluden a la orografía de la región, abundante en veras hidrológicas y escurrimientos naturales. Esta piedra-mapa ayudaba a conocer y facilitar el manejo de los terrenos. Además, eran una forma de preservar el conocimiento de una generación a otra, en una época en la que no existía la escritura en el territorio que hoy es Colima”.
El petroglifo pertenece al Posclásico Colimense (1000–1500 d.C.) y la piedra no se asocia a la fase Chanal. Sus diseños y técnicas de tallado guardan mayor relación con la tradición ‘tumbas de tiro’, la cual hemos fechado entre los años 200 a.C. y 200 d.C., esto es, en el intermedio de los periodos Preclásico Tardío y Clásico Temprano”.
Cabe destacar que tras la inspección en el sitio, se elaboró la cédula del contexto arqueológico a fin de expeditar su inscripción en el Sistema Único de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos del INAH. Esto significa que el propietario del predio donde fue hallada la piedra, recibirá una carta de notificación en donde se le solicitará el apoyo para conservación del bien patrimonial.
Sobre si el petroglifo será abierto o no a la visita pública, el director del Centro INAH Colima, comentó que primero deberá ser estudiada entre el Instituto, el municipio de Comala y el titular del terreno privado.
“Este es un caso que nos habla de dos aspectos: por un lado, nos recuerda el saber que debieron acumular los talladores y observadores antiguos, quienes crearon ésta elaborada pieza. Y por otro, es un reconocimiento para el INAH por parte de la sociedad colimense, ya que la denuncia ciudadana demuestra confianza en los procesos y el trabajo que por décadas ha desarrollado nuestra institución”, finaliza.