Foto destacada: Dolores López / El Universal
“El rey del Pulque” era compadre de Porfirio Díaz y amigo íntimo de Rivas Mercado.
La CDMX siempre ha sido una importante consumidora de pulque, fue aquí donde se activó la época de oro de la bebida ancestral durante el porfiriato, aquella época de importación de modas europeas también fue el momento en el que la industria pulquera prosperó como nunca en su historia por la introducción del ferrocarril, las aún vivas haciendas con vasta mano de obra y la pericia de Ignacio Torres Adalid, “el rey del pulque”.
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El Rey del Pulque
El pulque es una bebida ancestral pero, ¿porqué se hizo tan famosa en esos días? La razón es la visión de un hombre, Ignacio Torres Adalid, que convirtió una bebida marginal en la favorita de todo mundo soldados, peones, damas vestidas a la moda y políticos ufanos ¿cómo? Muy fácil: poniéndola al alcance.
Torres Adalid era cercano al grupo de los “científicos”, políticos que favorecían la introducción y la inversión extranjera en la modernización del país, por ejemplo, ellos respaldaron la extensión del sistema ferroviario…y ahí Don Nacho vio la oportunidad, “el negocio”: el uso del tren le permitiría llevar la bebida a todos lados y sin que se echara a perder.
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También amigo y compadre de Porfirio Díaz, conseguir concesiones y permisos pareciera no haber sido problema para él, no obstante, muchas veces arremetió sin temor con cualquier político que impidiera el crecimiento de la industria que él quería desarrollar a lo grande, es más, le hizo competencia a su propio mentor, Olegario Molina, magnate de la industria henequenera.
Don Ignacio Torres Adalid hizo de San Antonio Ometusco, Hidalgo, la hacienda pulquera más importante, próspera y exitosa del porfiriato coronándolo como “el rey del pulque” conocido por poseer un carácter irascible que le ayudó a moverse en círculos muy competitivos, era todo un personaje que frecuentaba el Jockey Club, al hipódromo de Peralvillo, la ópera y el teatro.
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“El rey del pulque” llevó a la bebida prehispánica hasta cotizar en la bolsa de valores de Inglaterra y Nueva York durante los primeros años del siglo XX, llegó a poseer 72 haciendas pulqueras y fue proveedor de la mayoría de las 817 pulquerías que en ese momento había en la CDMX. No es difícil imaginar que logró una gran fortuna ¿qué pasó con ella?
Ignacio Torres Adalid
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No sería errado pensar que como cualquier hombre rico de la época el “el rey del pulque” gozaba de todo aquel dinero que hizo con el esfuerzo de los peones, pero otras son las cosas que se dicen de él, por ejemplo, que con la gente del campo era un hombre amable y respetuoso, hasta un poco bromista, llamaba a los magueyes “las vacas verdes”.
Ignacio Torres Adalid nació en la Ciudad de México en 1835, de joven fue derrochador y aficionado al juego, pero en su vida adulta todo cambió, hasta sus amigos más cercanos lo tenían como hombre de mal carácter al parecer afectado por los estragos que dejó en su cuerpo la poliomielitis. Uno de aquellos amigos fue el famoso arquitecto Antonio Rivas Mercado.
Fue Rivas Mercado quien edificó su casa en la CDMX, durante las construcciones conoció a la que sería su esposa, Juana Rivas Mercado quien solía ir acompañada por su hermana Antonieta Rivas Mercado, otro de sus hermanos jugaría un papel muy importante en la vida de Torres Adalid y del futuro de su riqueza.
Ignacio Torres Adalid se distinguió por ser un hombre honrado, si bien privilegiado por su posición social, que aprovechó, tuvo otro gran éxito en su vida que contrastaría con su apodo, hizo posible la asistencia privada durante el porfiriato. Si bien era conocido como un hombre tacaño, cada centavo que reclamaba en las latas esferas de los negocios, lo convertía en ayuda. “El rey del pulque” tuvo una fama muy distinta al interior de sus haciendas en las que era obligatorio el decoro, las humillaciones no tenían lugar entre sus trabajadores a los que costeaba entierros, se encargaba de huérfanos, de que los hijos de sus peones se educaran (tanto como se podía en esos días en el campo) y de apoyar la salud.
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También conocido como Don Nacho, los domingos cobraba 25 centavos a la gente que deseaba conocer su rancho La Castañeda, en Mixcoac, hecho que para algunos era parte de su afán por el dinero, pero en realidad se trataba de un esfuerzo más por dar a los que le habían ayudado a construir su imperio. Ignacio Torres Adalid formaba parte de la llamada “aristocracia del pulque” junto con Escandón y Mancera, quienes nunca llegaron a tener el protagonismo que él tuvo en la industria y mucho menos hicieron actos de gran filantropía como “el rey del pulque” que creó una gran fundación que llevaba su nombre.
Después de la Revolución momento en el que grandes empresarios salieron corriendo del país, Torres Adalid se quedó, desempeñó cargos públicos durante el gobierno de Huerta así que cuando todos los relacionados con él empezaron a ser perseguidos, el magnate pulquero tuvo que empezar a hacer maletas.
Ya la Revolución le había quitado mucha de su riqueza afectando incluso su fundación, las batallas en Hidalgo habían destruido su hacienda a tal grado que tuvo que ser abandonada, y aun así Ignacio Torres Adalid poseía una importante suma de dinero y bienes que decidió dejar en México para la beneficencia, para lo cual nombró albacea a su cuñado Juan Rivas Mercado.
“El rey del pulque” pasó sus últimos días en el hotel Campoamor de La Habana, falleció el 23 de septiembre de 1914 a los 78 años. Tiempo después su sobrino Javier Torres Rivas lo sepultó en el Panteón Francés de la Piedad en la Ciudad de México, junto con los restos de su esposa.
