Las inundaciones en la Ciudad de México no son novedad. Año con año, los citadinos de la capital de la república deben pasar peripecias características de la Odisea homérica: desde sorprendentes navegaciones en las estaciones del metro hasta lecciones de natación a la “viva México” en la superficie.
Estas catástrofes naturales han tenido lugar desde tiempos precoloniales, no obstante la más antigua que se ha llegado a conocer es la inundación de 1604 (durante la época colombina) En ese año, la ciudad de México logró sobrevivir a pesar de que sus calles estuvieron inundadas durante meses. Debemos recordar que, en esa época, la ciudad era realmente una cuenca cerrada, lo que provocó que la única salida del agua fuera la evaporación.
Desde entonces, se planeó lograr una infraestructura que evitara tanto prevenir las inundaciones como la mezcla de aguas dulces con aguas contaminadas. Y fue hasta 1866 (¡más de dos siglos después!) que comenzó la obra que permitiría derivar los “escurrimientos de las inundaciones”, mejor conocida como el “Gran Canal” o “Canal del Desagüe”: se concibió como un canal de casi 40 km, que iniciaba en el lago de Texcoco y culminaba en el túnel de Tequixquiac. Se trataba de una salida artificial para el drenaje del valle de México… Sin embargo, en 1925 (cuando la obra se terminó en 1900), la ciudad volvió a ser víctima de la naturaleza al sufrir otra inundación significativa.
A pesar de los trabajos y las obras desarrollados para evitar las inundaciones, entre 1941 y 1951 la ciudad sufrió una serie de este tipo de catástrofes recurrentes y cada vez mayores. Entre la más impactante fue en 1950, cuando el periódico El Universal informó que dos terceras partes del valle de México se inundó de agua y lodo, en donde cinco personas perecieron. Estas fueron sus imágenes:
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