Chimalistac aguarda los senderos más hermosos jamás vistos en la capital mexicana.
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Chimalistac es un pueblo de origen prehispánico. Su antigüedad y conservación le ha valido que 12 de sus construcciones –erigidas entre los siglos XVII y XIX– sean catalogadas como monumentos históricos por el INAH. También es considerado como patrimonio tangible e intangible de la Ciudad de México.
Según algunos expertos, la palabra Chimalistac posa su origen en el náhuatl; chimalli (escudo) itzac (blancura), para revelar a un territorio que antiguamente podría haberse llamado lugar de los escudos blancos. Sin embargo, existe otra referencia que propone la relación de este nombre con la palabra Temalistac (en náhuatl, “donde se talla la piedra de los sacrificios”) y que fue justamente en Chimalistac donde se talló la legendaria Piedra del Sol azteca.
Declarado “paraíso perdido” en la novela Santa de Federico Gamboa –prueba literaria que habría de hacer todavía más famoso a este territorio perdido– se trata de uno de los barrios con mayor riqueza natural de toda la capital. Quien haya caminado por sus lares habrá visto que la mayoría de sus calles son en realidad callejones. Angostos senderos ideales para ejercitar el pensamiento, o simplemente para perderse un rato en el poco reconocido arte de caminar sin rumbo.
Se dice que estos callejones son como ríos petrificados.
Largos caminos de piedra que conducen al Parque La Bombilla, cuando no a un precioso fontanal. Las cruces son también un alusivo de Chimalistac, al menos desde épocas coloniales cuando se instauró aquí la Orden de los Carmelitas Descalzos. Estas cruces, posadas a mitad de un camino, se han erigido desde tiempos antiguos para la consagración de lugares. Ya fuera sobre caminos, puentes o montes, construidas de madera o de piedra, con diferentes formas y características, las cruces fueron apareciendo en las calles de Chimalistac como monumentos sagrados.
El caminante que ha decidido cruzar Chimalistac sabrá que aquí vive el silencio. Un silencio envidiable, que está casi extinto en otras áreas de la urbe. Por ello es que se cuenta que, entre sus callejones, uno puede dialogar consigo mismo, en una valioso viaje que nos recuerda la capacidad de asombrarnos, todavía, entre las antiquísimas calles de la Ciudad de México.
A continuación algunas fotografias:
*Fotografia principal: Priscila Rodriguez
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