El amor que la escritora le profesó a su mecenas quedó plasmado entre los versos de su plausible obra.
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Se estima que Juana Inés de Asbaje nació entre 1648 y 1651, en San Miguel Nepantla, un pueblito del Valle De México. Hija de Isabel Ramírez de Santillana y Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, Sor Juana Inés de la Cruz aprendió a leer y a escribir desde temprana edad. Hay historiadores que sostienen que desde los tres años, esta increíble mujer ya encontraba en las letras un fantástico refugio. De niña frecuentaba textos teológicos y grecolatinos clásicos. A los ocho, escribió una loa eucarística. Más tarde ingresó a la orden de las Carmelitas, pero no pudo tolerar su ideología rígida y hermética. Por este motivo, se cambió a la orden de las Jerónimas, donde fungió como administradora del convento. Octavio Paz decía que “se había convertido en monja para poder pensar”. Durante su vida como religiosa escribió textos literarios, actividad que fue reprobada por su confesor, el padre Antonio Núñez de Miranda. No obstante, Sor Juana dedicó sus horas a escribir desde villancicos y obras religiosas, hasta epístolas y sonetos. Si bien varios de sus textos eran por encargos, también realizaba varios por gusto propio.Imagen: Farenheit Magazine.
Tal fue el caso de sus poemas, construcciones líricas preciosas que hasta la fecha siguen embelesando a cualquiera que tenga una debilidad por los versos de amor. Cabe mencionar, que su mecenas fue la virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, y lo cierto es, que su relación fraguó varios de los versos que caracterizan la obra de la brillante escritora barroca que es Sor Juana Inés de la Cruz. Pese a que la libertad que definía su narrativa le trajo consecuencias negativas, (como vetarla de la biblioteca del convento y prohibirle tocar instrumentos musicales), la religiosa jamás dejó de empapar sus enunciados con temáticas poco conservadores, figuras retóricas, referencias mitológicas, quiasmos y hasta la profesión de su amor hacia la virreina de la Nueva España. Tras el paso de los siglos, varios estudiosos y escritores sorjuanistas aseveran que estos poemas, fueron escritos ex profeso para los ojos de María Luisa, a quien Sor Juana llamaba “Lisi”. No cabe duda de que su literatura, como su amor, es una sin tabúes, convencionalismos o fórmulas. A continuación, algunos fragmentos de los poemas más hermosos del Fénix de América:Pues desde el dichoso día
Que vuestra belleza vi,
Tal del todo me rendí,
Que no me quedó acción mía.
Con lo cual, señora, muestro,
Y a decir mi amor se atreve,
Que nadie pagaros debe,
Que vos honréis lo que es vuestro.
Bien sé que es atrevimiento,
Pero el amor es testigo
Que no sé lo que me digo
Por saber lo que me siento.
Yo adoro a Lisi, pero no pretendo
Que Lisi corresponda mi fineza,
Pues si juzgo posible su belleza,
A su decoro y mi aprehensión ofendo.
Divina Lisia mía:
Perdona si me atrevo
A llamarte así, cuando
Aún de ser tuya el nombre no merezco.
A esto, no osadía
Es llamarte así, puesto
Que a ti te sobran rayos,
Si en mí pudiera haber atrevimientos.
Error es de la lengua,
Que lo que dice imperio
Del dueño, en el domino,
Parezcan posesiones en el siervo.