Los detalles ocultos de la serpiente.
En la esquina inferior de República del Salvador y Pino Suárez, en el Antiguo Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, hoy Museo de la Ciudad de México, parece brotar desde lo más profundo de la tierra una serpiente mexica de enormes fauces que eternamente sólo se asoma y parece no terminar de gustarle lo que hay afuera, pero ¿cómo es que esa increíble pieza arquitectónica llegó ahí? Este particular edificio remonta su historia hasta el siglo XVI, cuando el conquistador Hernán Cortés repartía terrenos cercanos al antiguo centro ceremonial mexica a militares y civiles que habían participado en la conquista. Uno de ellos, originario de Salamanca, España, fue Juan Gutiérrez Altamirano a quien se le entregó el Antiguo Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, procedente de la isla de Cuba en donde había sido gobernador en 1524; para tomar el puesto de Corregidor de Texcoco y veedor de Hernán Cortés. Muchos años después, don Fernando Altamirano y Velasco, descendiente directo de Juan Gutiérrez Altamirano contrajo a su vez matrimonio con una nieta del virrey Luis de Velasco. Fernando Altamirano recibió la merced real de Felipe III de España en la que se le otorgó el título de conde de Santiago de Calimaya en 1616. Una época de auge económico y social vino para la familia Altamirano Velasco. Es posible que la edificación del palacio se haya iniciado en el siglo XVII como resultado de la alcurnia a la que ahora pertenecían. En 1777 el palacio fue remodelado. Las obras estuvieron a cargo del arquitecto Francisco Antonio Guerrero y Torres. La fachada del palacio fue recubierta de tezontle y la portada y las ventanas con cantera a la usanza del Siglo XVII. En la esquina inferior derecha se incluyó un elemento que ha sido objeto de diversas interpretaciones: una talla prehispánica con la imagen de una cabeza de serpiente. El remozamiento del palacio se hizo desde sus cimientos y es probable que en la excavación se haya encontrado este elemento y otros objetos. La casa se trazó en dos plantas, sin entresuelo y con dos patios como todas las casas señoriales. La capilla familiar era un símbolo de abolengo y de intensa actividad social. Lo mismo ocurre con las gárgolas en forma de cañón que adornan todo el perímetro superior de la fachada y parte del portón mayor. Los perros que adornan el arranque de la escalera, así como los mascarones del portón principal tienen un aire orientalista, rasgo no muy común en la casa de los nobles. Incluso, se ha especulado sobre el posible origen de la madera y la mano de obra que elaboraron la puerta de acceso principal; se ha dicho que quizás fue traído de Filipinas por los condes. Sin embargo, la manufactura parece ser totalmente novohispana y la madera no es extraña a estas latitudes. A finales del Siglo XIX el palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, quedó ubicada dentro del área comercial del centro. Poco a poco se establecieron comercios en accesorias que fueron rentadas para dichos fines pero nadie pareció reparar en la cabeza que parece salir del Mictlán. De hecho, Los herederos de este inmueble continuaron la costumbre de rentar los cuartos interiores para vivienda, y la fisonomía de la antigua casa señorial comenzó a modificarse en función de sus nuevos inquilinos. A pesar de tantos cambios que ha tenido desde el siglo XVII, por ejemplo colocar tapancos y entresuelo, adaptar el espacio a las necesidades comerciales y financieras de los arrendadores, el desgaste y la inclusión de tuberías y otras instalaciones, no ha minado en nada la portentosa serpiente que parece huir de las faldas del edificio, o que está a la espera de alguna presa para devorar.. No obstante, el Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, o Museo de la Ciudad, fue reconocida patrimonio nacional en 1931. En 1960 se decretó que el inmueble se convertiría en el Museo de la Ciudad de México y para adecuar al edificio a su nuevo uso, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez llevó a cabo una remodelación, en la que las antiguas habitaciones se convirtieron en salas de exhibición, y en el exterior se quedó de nuevo la serpiente de piedra. Desde 1992 el Museo ha sufrido varios cambios, se desmontó para transformarlo en un centro de información y en 1997 se ejecutó una restauración en la que se devolvieron acabados originales, como pisos de barro en los corredores del segundo nivel, cantería en frisos y remates y desde esos años se ha visto el desgaste del inmueble, pero siempre manteniendo impecable y oculta a la serpiente. La serpiente fue traída del Teocalli mexica, antes de que éste fuera completamente destruido, y la cabeza serpiente de piedra seguirá luciendo gloriosa en la fachada principal de la casa. El elemento perdura hoy día y se muestra como orgulloso testigo del paso del tiempo en una ciudad que cayó para volverse a levantar; todo frente a sus ojos. La serpiente es el testigo de las calles llenas de gente que fluyen por la ciudad todos los días, de la entrada a la Iglesia y el Hospital de Jesús Nazareno que marca el lugar en una calzada donde se reunieron por primera vez Hernán Cortés y Moctezuma II en 1519. Esta pequeña placa Marca el evento más decisivo en la historia de las Américas. Ubicación: República de El Salvador y José María Pino Suárez 30, Centro Histórico, Centro, CDMX.