El silbato azteca de la muerte fue un recurso poderoso para intimidar a sus enemigos.
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Los fundadores de México-Tenochtitlan no dejan de sorprendernos. Es bien sabido que los aztecas tenían una rica tradición religiosa, política, cosmológica, artística y filosófica, heredada de sus constantes viajes y las conquistas sobre otras tribus mesoamericanas. Ser el centro de una enorme civilización, también implica tener un gran saber sobre calendarios, escritura y arquitectura. Fueron estos logros, entre otros tantos, lo que destaca a los aztecas como una de las mayores culturas del mundo. La creación de ornamentos y artilugios para fines quirúrgicos, bélicos y religiosos también es una constante de los mexicas. Uno de estos artefactos, del que poco se habla pero que infunde un gran terror es el Ehecachichtli o silbato de la muerte. El Ehecachichtli es un instrumento único en el mundo y su sonido es tan peculiar como estremecedor. Están los pequeños que caben en el puño de la mano y los que tienen el tamaño de un cráneo normal. Sobre todo son hechos de arcilla y dan la impresión de emitir gritos aterradores. Como todo instrumento de viento, el sonido depende del tamaño del orificio por donde entra el aire, y cuanto más grande y largo sea tubo de acceso, más se presenta el efecto gutural. Entre más pequeño y corto sea el orificio de acceso, se obtendrá un sonido agudo. Esto también depende del efecto que se le da al silbato, ya que es posible modificar el acceso del aire con las manos y modular el volumen de la caja de resonancia. Como sea, su sonido es inquietante. La alta frecuencia del silbato estremece el cuerpo y hace que la mente recuerde el ambiente espectral de las películas de terror. Sólo piensa en cientos o quizá miles de silbatos resonando al mismo tiempo, combinado con la atmósfera que provocan los cascabeles y tambores, para tener una idea más precisa del efecto psicológico devastador que sentían las tribus rivales al enfrentarse a los mexicas. En muchas excavaciones cercanas a los templos dedicados al Dios del viento, Ehécatl, se han encontrado esqueletos humanos que llevaban en sus manos el silbato de la muerte. Esto ha hecho pensar a los arqueólogos que el silbato también era utilizado en rituales y sacrificios dedicados al dios. Asimismo se cree que los sacerdotes también utilizaban el Ehecachichtli para las ceremonias mortuorias y encaminar al Mictlán a los muertos, es decir, encaminar a sus muertos a través del espacio y el tiempo a la otra vida. El silbato nos recuerda la relación que las tribus nahuas tuvieron con la muerte, tanto la muerte propia con el pequeño ritual antes de la batalla donde cientos o miles de rivales morían.