Fotografía de portada: Esteban Saavedra Del Rayo Chimalacatlán es un nombre náhuatl que significa “lugar de escudos de carrizo”, porque es muy probablemente este pueblo en la época prehispánica elaboraba y tributaba estos escudos, y se encuentra en Tlaquiltenango, Morelos. Este es un pueblo de los más antiguos, construida sobre la cima del cerro de “El Venado”; contaba con 33 terrazas e igual número de montículos de piedra labrada. En lo más alto de cerro, se localiza el mirador desde el cual se puede ver en línea recta hasta Cuernavaca y todo el gran valle. El otro lugar en donde se encuentran las otras ruinas, las construyeron frente a la comunidad y están ubicadas precisamente en el cerro que tiene forma de herradura. Las ruinas son del mismo tipo que las de Chimalacatlan. Parece ser que la zona arqueológica de Chimalacatlán se edificó desde la parte media de los cerros hacia la cúspide. En la sección central se han detectado unidades habitacionales, así como áreas de trabajo especializadas. En la parte alta se levantaron los edificios de carácter cívico-religioso, como templos, plazas y la cancha del juego de pelota. Tlaquiltenango incluido en los pueblos pertenecientes al marquesado del Valle de Oaxtepec, adjudicados al conquistador Hernán Cortés, este estableció una cría de caballos finos que serían destinados para su ejército; para su vigilancia mandó construir un torreón circular de piedra con una altura cercana a los 40 metros. Este vestigio histórico semi-destruido por el paso del tiempo se le conoce como “El Rollo 2” llamado así y que por cierto, goza de ser en la actualidad, el balneario más moderno de Latinoamerica. Se cree que fueron hombres y mujeres provenientes de lo que ahora es Michoacán y Guerrero quienes se introdujeron en el actual Estado de Morelos. Posiblemente esto ocurrió en el periodo Precerámico (6000 a. C.) pues se han encontrado vestigios de dicha época, y se asentaron en poblados como Chimalacatlán para después dispersarse a otros sitios. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el obispo Plancarte y Navarrete realizó los primeros hallazgos de cerámica provenientes del periodo formativo (1500 a. C. – 292 d. C.) en el poblado de Nexpa entre otros. Estos vestigios se encontraron a la profundidad de 1 metro en terrenos que desde la época prehispánica no habían sufrido alteraciones. La gente que vivió durante el periodo formativo vivía de la recolección de frutos, de cultivos permanentes y de temporal, también se alimentaban del producto de la caza y de la pesca. El lugar, aunque pequeño, guarda celosamente vestigios de hace miles de años, como restos fósiles de megafauna prehistórica incluso huellas de la presencia humana de tiempos muy primitivos. De manera fortuita, hace años la gente del pueblo construyó una zanja para llevar el agua del manantial que ahí nace a la comunidad y abastecerse de este vital líquido, pero al excavar detectaron lo que al principio pensaron que eran troncos, pero que después descubrieron que eran huesos de gran tamaño, algunos molares y puntas de lanza. Se dio aviso a la autoridad y se iniciaron los trabajos de rescate y estudio del sitio por los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), aunque para ese momento ya varios vecinos tenían los huesos en sus casas. La cueva de Chimalacatlán es muy pequeña pero se pueden apreciar aún los trabajos en la zanja. Encontrarán una colonia importante de murciélagos, inofensivos para el ser humano, ya que se alimentan de frutas y su actividad es nocturna. A un costado de la entrada se encuentran restos de un basamento, lo que indica que la cueva no solo tenía uso habitacional sino ceremonial. Al ir subir se pueden apreciar las piezas megalíticas o de gran tamaño cuyo sistema de construcción único en el estado no lleva la mezcla cementante para unir cada parte. La pregunta obligada es ¿cómo las subieron? pero el guía se encargará de responderla. Desde la cima en un día despejado podrás ver el lago de Tequesquitengo, Xochicalco y algunas comunidades del vecino estado de Guerrero. Ahí también se encontraron restos de ocupación humana durante el movimiento revolucionario, pues fue un lugar estratégico militar muy importante. Durante todo el trayecto el guía te hablará de la flora y fauna característica de la selva baja caducifolia, que es el ecosistema que impera en la región. Se llama selva por lo tupido de la vegetación; baja, pues sus árboles no son muy altos, y caducifolia porque en época de estiaje tiran sus hojas o follaje para ahorrar agua, al grado de parecer secos, pero con las primeras lluvias recobran toda se hermosa vestimenta. En cuanto a los árboles, abundan el cirian, el ciruelo, el linaloe y el copal, entre otras especies, muchas de ellas utilizadas en la medicina tradicional. En lo que respecta a la fauna, hay serpientes, iguanas, el venado cola blanca, tejones y una gran cantidad de aves, desde carroñeras hasta canoras. Procura siempre resolver tus dudas con el guía local. De regreso al pueblo pide te lleven a la presa, donde te podrás refrescar con un chapuzón e incluso pescar una mojarra tilapia y que te preparen un delicioso caldo. Después visita el pequeño museo comunitario que muestra los restos óseos encontrados en la cueva y te explica a que animales pertenecen, especies que ya no existen como el gonfoterio, el caballo americano, el milodonte o el tigre dientes de sable. Dependiendo la temporada podrán degustar vino de uva silvestre, muy bueno por cierto por su proceso también artesanal.
Cómo llegar:
Desde la Ciudad de México tomar carretera a Cuernavaca y después tomar camino hacia Jojutla, de ahí tomar la carretera a Chinameca, pasar por las comunidades de Las Carpas y La Mezquitera, posteriormente Valle de Vazquez y de ahí a Chímala sólo existe esa carretera para llegar al pueblo.