No hay sitio más mítico y mágico que el barrio de Mixquic, en la delegación de Tláhuac. Si bien es mundialmente reconocido por su ancestral festejo del Día de Muertos, “en el mezquite” –significado de mixquic, en honor al árbol que produce goma–, habita una serie de herencias con valores histórico-culturales que vale la pena gozar en una visita a la luz del día.
A diferencia de otras zonas de la ciudad de México, Mixquic estuvo libre de autoridades españolas durante la época colonial, y en su lugar se dio una colaboración con la mano de obra del Templo y Convento de San Andrés Apóstol. Ahí, rodeados del ya extinto lago de Chalco, sobrevive la construcción de modestas dimensiones con arcos torales, bóvedas con columnas en planta de cruz y una cúpula sostenida por un tambor octagonal, resplandece el trabajo de evangelización –de alguna manera, pacífica– de los frailes agustino Jorge de Ávila y Jerónimo de San Esteban.
Pese a la evidente fuerza católica que inunda a esta isla, las costumbres de los chichimecas, chalcas y cuitlahuacas, quienes fundaron este pueblo en 1168, continúan a través del tradicionalismo. Y es que recorrer el barrio de Mixquic es viajar en el tiempo, a una fecha en que la mancha urbana logra desaparecer de la presión de la inmediatez y del estrés.
Esta zona sobrevivía con base en la economía de las chinampas y agricultura, ofrendando un Chac Mool que aún se mantiene en la zona arqueológica de Mixquic: este personaje con la espalda reclinada hacia atrás, piernas encogidas, cabeza girada y un recipiente circular en su vientre, es el símbolo de la fuerza tribal ofrecida a los dioses. Mientras que, por otro lado, el Museo-Biblioteca, alberga en una sola sala, los vestigios de un Teotlachtli, sellos de barro y piedra, una serpiente cilíndrica, un tzompantli, una culebra anudada y otra de cinto, un calendario que fue ahuecado para transformarlo en pila bautismal, entre otros objetos.
Foto: www.larepublica.ec
Este tradicionalismo, libre de la autoridad española, permitió que los preparativos para la celebración de las ofrendas, Día de todos los santos y Día de muertos, alcanzara nuestra actualidad. Por ello, entre sabores a mole, pan y café de olla, las ánimas visitan Mixquic para nutrirse de su esencia y dialogar con el pasado en un ritual que convoca al recuerdo y la memoria. Entre los aspectos más importantes de este ancestral lugar son los altares de muertos, en donde el agua, sal, velas, copal y flores no sólo purifican al cuerpo en camino de ida y vuelta, también brindan un ápice de esperanza con cada retorno a su morada, llena de adornos y aromas que recuerdan a la humildad prehispánica.
Con esto, el 1 y 2 de noviembre, Mixquic se llena de ánimas que llegan a la región con amor y respeto para reencontrarse con sus familiares, su vida en un lapso de tiempo histórico. Visitar este sitio es formar parte de una odisea espaciotemporal que busca una experiencia más allá de lo turístico, si no una comunión con nuestro pasado, presente y futuro.
Foto: www.lasadelitas.cz
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