Imágenes de Anxo Miján Maroño
El primer relato publicado de la ciudad perdida de Palenque fue en 1567, de un español, el padre Pedro Lorenzo de la Nada.
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Al explorar el río Usumacinta, ubicado en el moderno estado mexicano de Chiapas, Lorenzo se topó con sus templos y plazas de piedra, originalmente decorados con estuco pintado de azul y rojo, pero que para entonces habían sido abandonados por los mayas que los construyeron. Lorenzo le dio a la gran estructura el nombre de Palenque, una palabra española que significa “fortificación”.
500 años después, Palenque, uno de los sitios arqueológicos más visitados de México, es una fuente moderna de la que los investigadores han extraído parte de la información más detallada sobre la cultura maya.
No era grande, superada en tamaño por ciudades como Calakmul y Tikal, dicen los expertos. En 2003, David Stuart del Museo Peabody de Harvard informó que Palenque apoyó a no más de 6220 personas en su apogeo.
Pero Palenque es apreciado por algo más.
“El principal punto de interés sobre Palenque no es su tamaño y [o] su edad, ya que otros sitios son más grandes y probablemente mucho más antiguos”, dice Michael D. Carrasco, profesor asistente de historia del arte en la Universidad Estatal de Florida. “Su importancia radica más bien en su escultura naturalista, inventiva arquitectónica y registro epigráfico detallado”.
Los investigadores dicen que Palenque data del período Clásico Temprano (200-600 d. C.), pero la mayor parte del conocimiento sobre la ciudad proviene del período Clásico (600-900 d. C.).
La riqueza de la epigrafía (inscripciones) y la historia registrada de Palenque ha ayudado a los arqueólogos a construir la primera línea de tiempo de los gobernantes de una ciudad maya, una que, aunque impresionante, todavía es borrosa en algunos lugares.
El Palacio de Palenque estuvo policromado en la antigüedad, o al menos es lo que los restauradores afirman al descubrir fragmentos ocultos. Este lugar histórico está compuesto por pasajes subterráneos, bóvedas, así como ostentosas decoraciones de estuco y hasta fue un estandarte del poderío económico, científico y cultural.
Este sitio arqueológico ha sido profundamente investigado por décadas, pero fue hasta el 2018, cuando el gobierno de México junto a la Embajada de Estados Unidos hicieron restauraciones en este lugar, lo que ocasionó que casi por accidente, se encontraran evidencias y se dieran cuenta que en algún momento, el Palacio de Palenque fue rojo.
Se cree que en la década de los 60, un arqueólogo de nombre Jorge Acosta, quien exploraba el Palacio de Palenque, descubrió restos de policromía, pero no lo reportó en sus investigaciones, por lo que se cubrió con capas de cementos para protegerlo del calor y la humedad.
La Coordinadora de la Sección de Conservación del Centro INAH en Chiapas, menciona que si el arqueólogo no lo hubiera cubierto como lo hizo, el color en esa superficie hubiera desaparecido, por lo que aseguró que las capas de cemento, ayudaron no solo a preservarla, sino a marcar lo que indicaba la existencia del original sin exponerlo y sin afectar.
En la actualidad, esas capas de cemento fueron retirados de algunas partes del Palacio de Palenque, por lo que optaron por recubrirlo con impermeabilizado hecho con cal y arena para que de esta manera fuera menos invasivo para la estructura.
Créditos:
- Anxo Miján Maroño
- Andrés Armesto: https://www.artstation.com/armesto
- Alejandro Soriano: https://www.artstation.com/alejandrosoriano
- Carlos Paz
- Diego Blanco: https://www.artstation.com/diblur