Foto destacada: cuponerapp
Libertad por un Beso: la leyenda de la independencia de Aguascalientes y Antonio López de Santa Anna.
La versión oficial dice que el nombre de Aguascalientes se debe a la abundancia de aguas termales que hay en la zona; antes poblada por tribus nómadas que los aztecas llamaron chichimecas o salvajes, formadas por diversos grupos: caxcanes, cuachichiles, tzacatecanos y tecuexes.
En 1575 se fundó la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, para proteger y dar asilo a aquellos que recorrían la Ruta de La Plata, que iba de Zacatecas a la Ciudad de México. Aunque diez años antes, don Juan Montero, don Alonso de Alarcón y don Jerónimo de la Cueva, ya estaban haciendo algo al respecto de los ataques de indígenas.
Libertad por un beso
Pero hay otra versión. Se trata de Libertad por un beso una narración que pone a Antonio López de Santa Anna, Presidente de México, quien otorga la independencia a Aguascalientes gracias a la intervención de doña María Luisa Fernández Villa de García Rojas.
El primero de mayo de 1835, Santa Anna llegó a la ciudad de Aguascalientes y, junto con él, 3,000 hombres para combatir al Estado de Zacatecas, que se había sublevado. “La llegada del general Santa Anna a Aguascalientes, fue un gran alboroto, el pueblo se puso en movimiento, se adornó la villa y con gran júbilo fue recibido el presidente.
Pernoctaría una noche y las principales familias del lugar se disputaban el honor de recibir en su casa al invencible guerrero. La residencia de Don Pedro García Rojas y su esposa Doña María Luisa fue la elegida.” Esta estaba “ubicada en la esquina de las calles de Obrador (hoy José María Chávez) y Nieto.”
Después de un ajetreado día, llegó la hora de la cena. “El invitado ocupaba la cabecera de la mesa; mientras saboreaba un delicioso chocolate y los famosos ” ladrillos “, refería los incidentes de sus gloriosas campañas.” García Rojas, sentado a su izquierda, escuchaba atento. Su esposa, a su diestra, “clavaba sobre él sus ojos de obsidiana y comentaba las hazañas que este refería, con frases de elogio oportuno; o desgranaba, dulcemente su sonrisa divina que era un invencible hechizo”.
La dama fue llevando sabiamente la conversación hasta lograr exponer la dolorosa situación de Aguascalientes. No había más que una escuela en la ciudad y, ésta, se encontraba en una situación deplorable, incluso los alumnos debían sentarse en el suelo. La fábrica de tabaco, de la cual dependían muchos obreros, había sido trasladada a Zacatecas.
Las quejas señalaban un olvido por parte de Zacatecas a excepción, claramente, de cuando se trataba de cobrar los impuestos. Por ejemplo, en medio de las fiestas sanmarqueñas, el gobierno había decidido retirar las tropas de la ciudad, dejándola expuesta a los ataques de bandidos.
“Aguascalientes puede ser independiente –dijo doña Luisa-, basta que usted lo quiera mi general; que en este pueblo todos lo anhelamos y llegaríamos hasta el sacrificio por obtenerlo…” Dejó caer estas últimas palabras, con una ternura tan intensa, que el árbitro de la República conmovido deslizó su mano sobre el bordado mantel y oprimiendo la fina siniestra de doña Luisa, le dijo, emocionado:
-“¿De veras hasta el sacrificio?” –Dijo el general
La señora de Rojas se puso de pie. Cerró un poco el entrecejo. Volvieron a brillar con la luz de su belleza los ojos de la dama, se dibujó en sus labios una sonrisa y sentándose de nuevo, contestó con lentitud, temblorosa:
-Hasta el sacrificio… general.
Santa Anna acercó sus labios sensuales sobre los divinamente bellos de la hermosa tapatía y le dio un beso prolongado y ardiente, que vino a interrumpir el ruido de los pasos, en el rojo enladrillado del corredor, de don Pedro que regresaba. La dama salió al encuentro de su esposo, radiante de alegría y colgándosele del cuello, zalamera y coqueta, le dijo:
Fue el 2 de mayo de 1835, que fue depuesto el jefe político zacatecano, José María Sandoval, y nombrado por el cabildo para sustituirlo Don Pedro García Rojas. Días después, Zacatecas a las fuerzas de Don Francisco García expidió un decreto fechado en México el 23 de mayo de 1835, confirmando la independencia de Aguascalientes, haciéndolo territorio el 30 de noviembre de 1836.
Por supuesto, se trata de una leyenda escrita por el ingeniero Elías L. Torres con el objetivo de participar en los Juegos Florales de 1927. Más tarde, en el marco del centésimo aniversario del hecho, la leyenda volvió a ser publicada, en esta ocasión en un número especial del Boletín de la Sociedad de Geografía e Historia de Aguascalientes.
Libertad por un beso también se encuentra en los murales que adornan los palacios de gobierno de los estados de Aguascalientes y Zacatecas.