Una breve crónica acerca de uno de los lugares más interesantes de la CDMX.
Al llegar a este imponente palacio erguido frente a la plaza de Santa Domingo, lo primero que salta a la vista es una fachada algo lúgubre, plagada de columnas y piedras que parecen muy pesadas. En la parte superior hay un enigmático símbolo en que se puede apreciar un brazo sosteniendo una cruz, una espada, una hoja que, según los expertos, representa un símbolo redención y una frase escrita en latín que dice: Álzate oh Dios y defiende tu causa. En los tiempos de la nueva España esta esquina era aterradora, todos los que pasaban enfrente se estremecían al verla. Algunos bajaban la cabeza y seguían de largo cuando se abrían los portones y salía de esta misma fachada una carreta en la que iban a buscar a los presuntos herejes, que más tarde enfrentarían a la Inquisición. Cuando se entra al recinto, se puede ser testigo de una de las primeras expresiones barrocas que llegaron a la capital mexicana, arcos sin columnas, escaleras asombrosas y una serie de detalles confeccionados por el creativo arquitecto Pedro de Arrieta. La historia de este lugar se remonta a las épocas de la Colonia, cuando estos terrenos se convirtieron en la sede de una de las instituciones más relevantes y terribles de la época, El Tribunal de la Máxima Inquisición. Un sitio pesando para los “malos” que tenía 19 celdas, salas de tormento y demás salones espantosos. Los primeros juicios que se hicieron ahí fueron por blasfemia, en específico por usar el nombre de Dios en vano. Los castigos que se les daban a los “culpables” eran tan variados, como raros. A veces, si la infracción así lo ameritaba, los hacían caminar descalzos rumbo a un templo, con una vela en la mano para rendirse. Desafortunadamente no todos corrían con la misma suerte. Dentro del Museo, aún hay una puerta escalofriante que era el umbral por el que pasaban los acusados, sin saber si iban a volver a salir. Este portón conduce a un pasillo oscuro, con paredes de piedra y techos altos, que en el momento de la Inquisición era usado para llevar a los acusados, en el mejor de los casos, al aislamiento eterno, y en el peor a sofisticados métodos de tortura que todavía horrorizan a la humanidad. Más adelante, aparecen las celdas distribuidas en un patio circular. En una de ellas, aún se puede ver el escrito de un preso. En otra, se puede apreciar el sitio en el que el poeta Manuel Acuña se suicidó con arsénico. Durante la inquisición murieron un número indeterminado de personas, afortunadamente en 1824 se abolieron para siempre estas prácticas, y la Ciudad de México conservó este triste pero fascinante inmueble hasta nuestros días. Hoy es el Museo de la Medicina, un espacio único e impresionante de nuestra capital al que vale la pena ir por lo menos a explorar un pasado siniestro de la CDMX.
Palacio de la Escuela de Medicina
Dónde:República de Brasil 33, Centro Histórico de la Cdad. de México, Centro, 06010 Ciudad de México, CDMX. Teléfono: 55 5623 3123 Web
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