Cráneos de mujeres en el Huei Tzompantli, asociados al mito de Huitzilopochtli y Coyolxauhqui

Foto destacada: INAH

Los cráneos del Huei Tzompantli son un reflejo simbólico del enfrentamiento entre la diosa lunar y el patrono de los mexicas, Huitzilopochtli.

 

Cerca de cinco años atrás, investigadores del Programa de Arqueología Urbana (PAU), del INAH, localizaron los vestigios del Huei Tzompantli de México-Tenochtitlan, una gran plataforma con empalizada que los mexicas consagraron a Huitzilopochtli, su dios tutelar.

En el 2020, después del resultado de diversos estudios de seguimiento del hallazgo, el INAH comenzó los trabajos de remodelación del edificio histórico de la calle República de Guatemala 24, y de la fachada externa de aquella torre o muro circular de cráneos humanos, de 4.7 metros de diámetro.

A la fecha, el Huei Tzompantli sigue siendo uno de los hallazgos arqueológicos más impactantes de los últimos años en nuestro país, en general y en la CDMX en particular; ya que es un importante testimonio del poderío y grandeza que alcanzó México-Tenochtitlan en su época de apogeo. Con motivo de darle continuidad a este proyecto arqueológico del Huei Tzompantli, así como a toda la investigación resultante llevada a cabo por diversas instituciones culturales de todo el país, se han llevado a cabo diferentes conferencias, textos y difusión de resultados.

Sobre todo, porque en esta fachada se encontraron cráneos de hombres, mujeres y de al menos tres niños, reconocidos estos últimos por ser más pequeños y con dientes que estaban en desarrollo. Hay que recordar que se tenía la creencia de que con este sacrificio ritual se mantenía con vida a los dioses y se daba continuidad a la existencia del universo.

Asimismo, se comenzó un ciclo de conferencias en torno a los 45 años del hallazgo de la Coyolxauhqui, donde el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez indicó que de los 655 cráneos identificados en el altar mexica, 38% corresponden a individuos femeninos.

Esta hipótesis vincularía tales restos óseos con el mito del enfrentamiento entre la diosa lunar y el numen solar y patrono de los mexicas, Huitzilopochtli. Las fuentes históricas, comentó el titular del PAU, señalan que los guerreros cautivos eran llevados al Templo Mayor y sacrificados, mediante la extracción de sus corazones, en los adoratorios ubicados en la cima de este.

Posteriormente, los cuerpos eran arrojados por las escalinatas en una clara alusión a dicho mito, el cual consigna que Huitzilopochtli, al defender a su madre Coatlicue del ataque de Coyolxauhqui y los 400 surianos, salió victorioso y lanzó, como culmen del enfrentamiento, el cuerpo desmembrado de su hermana hacia la base del Coatepec, monte sagrado que era representado por la arquitectura del Templo Mayor.

Barrera Rodríguez, apuntó que tiene sentido que los mexicas eligieran a guerreros, gobernantes o personas de alto estatus capturadas durante los enfrentamientos con otros pueblos. Un dato, incluso, que parece corroborar la antropología física, pues se ha observado que prácticamente todos los adultos presentes en el tzompantli gozaban de buena salud y promediaban edades que iban de los 25 a los 35 años.

“En las fuentes históricas hay pocas menciones de guerreras, pero sabemos que este estatus se daba a las embarazadas que fallecían en el parto. Además, tenemos testimonios como el del español Francisco de Aguilar, quien consigna que durante el asedio final de Tenochtitlan, muchas mujeres tomaron las armas para defender la ciudad”.

En cuanto a los niños, el investigador no descartó la probabilidad de que su colocación en el tzompantli obedezca a que, cada uno de ellos fuera considerado un ixiptla –palabra nahua que significa representación, y que viene de las voces xip (piel) e ixtli (rostro o algo que está en la superficie de un ser consciente)– de Huitzilopochtli niño, aludiendo nuevamente al mito del nacimiento del dios de la guerra.

El eje arquitectónico dedicado a Huitzilopochtli en donde se encuentra el Huei Tzompantli, recrea el camino seguido por Coyolxauhqui, quien se dice atravesó por Tzompantitlan y Coaxalpan –el suelo arenoso de las serpientes– en su camino al monte Coatepec.