INAH recrea el hermoso traje de la princesa Mixe 6 Mono

Fotos: INAH

Este traje mixe fue confeccionado por seis mesas y modelado por la cantante tlaxiaquense, Edith Aparicio Martínez.

 

De todas las culturas mesoamericanas, fueron las mujeres mixtecas quienes más estuvieron presentes en los códices además de haber sido los propios cronistas castellanos quienes describieron su importancia y distinción dentro de la sociedad.

Después de la conquista, las herederas de los linajes nobles buscaron ser reconocidas como herederas legítimas de sus viejos señoríos, muchos de ellos transformados en cacicazgos. En Teposcolula, Oaxaca, existe la historia de una mujer llamada doña Catalina de Peralta, quien logró hacerse de dicha institución y, con ello, uno de los cacicazgos más prósperos de la Nueva España.

De ahí la importancia de mostrar el papel jerárquico de las mujeres mixtecas, de modo que artesanas y especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han reproducido el traje de la princesa 6 Mono o Ñuñuu, heredera del señorío de Jaltepec, durante el siglo XI.

Recrear el atuendo de las mujeres mixtecas de Oaxaca, Puebla y Guerrero. La realización de este atuendo se logró basándose en la arqueología vivencial, la cual implica un proceso para repetir un objeto a partir del estudio iconográfico de manuscritos, así como en el recreacionismo histórico.

Este trabajo no solo tiene el objetivo la divulgación científica: sino también es la idea de echar abajo arquetipos que asocian lo femenino solamente con aspectos domésticos durante la época precolombina, a través de repetir objetos a partir del estudio iconográfico de manuscritos.

En la realización del atuendo participaron el investigador de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, Daniel Santos Hipólito; el etnohistoriador del Grupo Atlatl México, José Antonio Casanova Meneses; y las tejedoras Cristina y Victoria Aguilar Rojas. La indumentaria es portada por la cantante tlaxiaquense, Edith Aparicio Martínez.

La princesa 6 Mono nació en 1073 d.C., y su nombre deriva de la calendárica prehispánica del día de su natalicio, fue la última hija de la señora 9 Viento y el señor 10 Águila, pero debido a que sus hermanos fueron sacrificados, ella quedó como única heredera del yuhui tayu o señorío de Jaltepec; posteriormente, la llamarían dzico yecu o “Quechquemitl de Guerra”, gracias a sus victorias en combates.

El arqueólogo Daniel Santos indica: “Para saber cuáles eran las características de la indumentaria de 6 Mono, recurrí a los códices Nutall, Selden, Colombino y Bodley, en los que es representada como gobernante y guerrera, con un tocado trenzado, orejeras, huipil, falda, quechquemitl (blusa) de serpiente o de guerra y su nombre calendárico; esas referencias simbólicas fueron las que se intentó reproducir, de la manera más fidedigna, en este proyecto”, explica.

Por su parte, José Antonio Casanova, refiere que 6 Mono también aparece en distintas escenas pictográficas, portando muñequeras, collares y armamento bélico. El especialista utilizó materiales museísticos, como madera de encino con incrustaciones de pedernal para las macanas (yutnu ndaha) y lanzas (tatnu); plumas de ave de corral y caña entretejida en los escudos (yusa), e imitaciones de piedra verde y cascabeles de latón para los adornos del collar y brazos.

Respecto a la manufactura textil, Cristina y Victoria Aguilar tardaron seis meses en su elaboración, mediante el uso del telar de cintura. Los símbolos del quechquemitl o dzico ostentan los colores de la serpiente de cascabel, vistos en la Lámina 5 del Códice Selden, mientras que los motivos o grecas corresponden a la estera donde se postra 6 Mono, grabados en la Lámina 8 del mismo manuscrito.

Otro aspecto relevante que el equipo consideró fue la proporción antropométrica del traje, a fin de que correspondiera a la constitución de los individuos de la época prehispánica de la región Mixteca, por ello, eligieron como portadora del mismo a la cantante Edith Aparicio Martínez.

“Es un honor haber sido considerada, creo que esta prenda representa un emblema del empoderamiento de la mujer indígena; me enorgullece que fue confeccionado por manos tlaxiaquenses. Traer esta historia visual sobre mi cuerpo permite compartir el conocimiento acerca de los ancestros, la lengua y las raíces que marcan nuestra esencia como habitantes de la Mixteca oaxaqueña”, finalizó Aparicio Martínez.