En esa época todos los negocios cerraban, y las señoras salían a la calle vestidas de negro para pedir perdón.
La Semana Santa es la conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. En México, durante el siglo XIX, a partir del Domingo de Ramos y durante toda la Semana Santa, se suspendían todos los negocios y toda la sociedad se reunía para conmemorar el sacrificio que Cristo había realizado por todos los hombres. Era una de las tres celebraciones más importantes del año. Durante el jueves santo en la ciudad se sentía un ambiente de celebración. Toda la gente se vestía de manera muy elegante, siempre acorde a su clase social, aunque las mujeres de clase acomodada aprovechaban para lucir sus vestidos más lujosos. Muchos liberales de la época criticaban que la necesidad de las señoritas de clase alta de enseñar sus mejores prendas opacaba el sentido religioso y lo relegaba a un segundo plano. Pero en ese momento asistir a las misas y las actividades de semana santa era todo un evento social. Una de las actividades era la “Visita de las Siete Casas”, que es una costumbre religiosa y popular que consiste en visitar siete iglesias en donde esté el santo sacramento expuesto y rememora el recorrido que hizo Cristo la noche que fue aprehendido.Por la noche se efectuaba una procesión muy grande de figuras religiosas y toda la gente seguía el recorrido.Se realizaban también los llamados “pasos” donde se escenificaba la Pasión de Cristo, Poncio Pilatos presentaba a Jesús ante multitud hostil a la que sometía el destino final del reo, hasta la escena de la crucifixión. Después del sacrificio de Cristo, en el Viernes Santo la ciudad tenía un aspecto totalmente diferente; era un día un tanto más triste. Las señoras salían a las calles vestidas de negro y las iglesias cubrían sus imágenes con lienzos morados. Aún así, las calles estaban llenas de gente, flores por todos lados y más procesiones.Durante la tarde del viernes se celebraba la Procesión de la Cruz en un silencio total. Sólo se veían las calles iluminadas con cirios que la gente sostenía con sus manos. Terminada la procesión, en la Catedral se cantaba el “Miserere”, que es un salmo de la Biblia que fue compuesto por el rey David para pedir perdón por sus pecados y que comienza con la palabra miserere que en latín significa “apiádate” o “ten piedad”. Durante el Sábado de Gloria otra vez se sentía un ambiente de celebración; los restaurantes y las pulquerías volvían a abrir sus puertas y la gente salía a la calle con maracas, se escuchaban los cohetes, se veían los fuegos artificiales, las iglesias tocaban sus espectaculares campanas y se quemaban piñatas que representaban la traición de Judas. Dentro de las casas también se celebraba un ritual; se ponía el Altar de Dolores, dedicado a la Virgen de los Dolores. Era una actividad casi exclusivamente femenina. Todas las señoras y señoritas de la casa se esmeraban mucho para que su altar fuera uno de los mejores del barrio. Se llenaba el altar no sólo de velas y papel picado, sino de maíz, trigo, chía, flores, y aguas de colores con diversos significados. En algunas revistas para señoritas se sacaban ediciones especiales en estas fechas con ideas creativas para decorar el altar. Pero no todo era religión en Semana Santa; había un lugar que justo en esta época del año era el único donde se permitían el juego y las apuestas. Esto se realizaba en el entonces lejano pueblo de Tlalpan, conocido como San Agustín de las Cuevas. Era un lugar donde las clases acomodadas y los políticos tenían casas de campo y de descanso. Era muy común ver aquí también a los presidentes. En esta semana donde Tlalpan se transformaba en una especie de gran casino, los hombres iban a jugar dados, peleas de gallos, que eran las favoritas de Santa Anna; albures que eran juegos de cartas donde se le apostaba a una y si salía ganabas. Y no podían faltar las populares carreras de caballos. Durante estas fechas, Tlalpan se convertía en un verdadero centro de entretenimiento. Se volvía una pasarela de lujos y excesos. Actualmente, la celebración de la Semana Santa varía mucho de una ciudad a otra. Ya no es un evento homogéneo que reúne a toda la comunidad. Pero en algunos lugares todavía se celebra a lo grande, como por ejemplo en Iztapalapa, que en la ciudad es el lugar más famoso para ver la procesión de Cristo, donde anualmente se reúnen casi dos millones de personas, catalogándolo como uno de los mayores eventos culturales anuales del mundo.