Fotos: cultura.cdmx.gob
Los cambios en el Centro Histórico de la CDMX se deben, en buena parte, a este gran arquitecto.
El consenso histórico de la fundación de Tenochtitlan es 1325, aunque algunos vestigios han demostrado que este islote estuvo ocupado antes de dicha fecha indicada para la fundación de Tenochtitlan; y hay quién afirma que México-Tlatelolco fue anterior a México-Tenochtitlan. De lo que podemos estar muy seguros es que este lugar ha tenido muchos cambios a lo largo de los años.
A principios del siglo XVI, esta sede del señorío azteca controló muchos territorios hasta la llegada de los españoles y el Virreinato de la Nueva España. En 1692 ocurrió la primera gran rebelión en la Ciudad de México, ya que los alimentos escasearon por semanas y los comerciantes acaparaban granos para controlar su precio.
Tanto el hambre como los altercados públicos, provocaron que una turba de miles de personas arremetiera contra el Palacio Virreinal y el Antiguo Palacio del Ayuntamiento. Así que los incendios, saqueos y un balcón hecho añicos fueron el saldo de esa tarde de domingo que generó cambios en esta zona.
Después de “periodos de calma” para el Centro Histórico de la CDMX, en el siglo XIX, después de la Independencia, se consideró diseñar una ciudad que estuviera ad hoc con las ideas de la época y se comenzaron a contratar arquitectos para darles vida.
Uno de ellos fue el arquitecto Lorenzo de la Hidalga un español que llegó a México en 1838 donde en poco tiempo comenzó a conocer a los intelectuales mexicanos y a realizar trabajos como la capilla de la hacienda de Santa Clara, a tener contacto con integrantes de la Academia de San Carlos y adaptarse a las circunstancias de México.
Trabajó para Maximiliano y Antonio López de Santa Anna, construyendo el Gran Teatro Santa Anna (Teatro Nacional) el mercado de la Plaza del Volador, la cúpula de la capilla del Cristo de Santa Teresa en el templo de Santa Teresa la Antigua, y el proyecto del monumento a los héroes de la Independencia de México, que sería ubicado en la entonces Plaza Mayor de la ciudad.
Fue nombrado Arquitecto del Palacio y de la Iglesia Catedral e introdujo a México varias técnicas y estilos europeos. De la Hidalga diseñó la Columna de la Independencia en la Plaza Mayor, y por cuyo “zocalo” o pedestal, le llamamos así a la plaza.
A pesar de sus muchas construcciones en varios Estados del país, uno de los más reconocidos fue el proyecto y construcción del nuevo ciprés de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, que sustituyó al de estilo barroco, aunque fue demolido en 1943.
Asimismo, el Mercado del Volador sucumbió ante un incendio en 1870; el ciprés de la catedral que había diseñado fue demolido y el monumento a la independencia no pasó de las primeras piedras, debido a la falta de presupuesto y a esa pequeña crisis internacional que fue la guerra México-Estados Unidos.
Lo único que sobrevive de la obra de Lorenzo de la Hidalga en la Ciudad de México, es el pedestal de El Caballito en la Plaza Manuel Tolsá y la cúpula de Santa Teresa la Antigua, hoy sede del museo Ex Teresa Arte Actual. La Independencia y su culminación, así como la destrucción de escudos nobiliarios, desaparición de conventos y la gran campaña de construcciones públicas desde finales del siglo XIX, ayudaron a darle una nueva vista a esta zona de la Ciudad.
La fundación de la Universidad Nacional de México en 1910, se convirtió en el suceso que permitió sostener la relevancia y dinámica de la zona centro de la capital mexicana, ya se dio comienzo al “Barrio Universitario”, nombre genérico con el que se refirió al Centro Histórico, cuando el cúmulo de escuelas, oficinas administrativas, viviendas estudiantiles y centros de investigación o divulgación de la Universidad se ubicaron en los antiguos edificios coloniales y los inmuebles decimonónicos abandonados.
Desde esa fecha, se generaron cadenas de comercios, centros de entretenimiento, puntos de abastecimiento e infraestructura urbana ligados a la vida académica y social de los estudiantes, docentes, autoridades y personal de la casa de estudios haciendo de la revitalización de la zona algo continuo. Finalmente, los años 1920 fueron el comienzo de muchos decretos para proteger los edificios principales del Zócalo capitalino (Catedral y Palacio Nacional especialmente) así como las calles, monumentos, edificios y elementos urbanos con valor patrimonial que forma parte de la identidad cultural hasta la fecha.