Ángela Gurría, la primera mujer en convertirse en miembro de la Academia de Artes de México 

Foto destacada: Academia de las Artes

El legado artístico de Ángela Gurría sobrevive en muchos Estados de todo el país.

 

La escultora Ángela Gurría Davó es un referente para el arte mexicano del siglo XX, aunque se habla muy poco de ella, a pesar de tener una trayectoria destacada de 60 años y haber sido reconocida a nivel nacional e internacional. Es posible ver buena parte de su producción en las calles de la Ciudad de México, Tijuana, Baja California; Toluca, Estado de México, y Acapulco, Guerrero.

Ángela Gurría nació en la Ciudad de México en 1929, comenzó de manera autodidacta y después se convirtió en discípula de artistas como Germán Cueto, Mario Zamora, Abraham González, entre otros, para continuar sus estudios de artes plásticas en Inglaterra, Francia, Italia, Estados Unidos y Grecia.

Su trabajo es una preciosa mezcla de formas naturales con el mundo prehispánico, y un lenguaje geométrico con obras de pequeño y gran formato y varios proyectos de integración arquitectónica. Sus  piezas lograron sintetizar conceptos y símbolos, la vida-muerte, donde utiliza altos y bajos relieves para evidenciar la luz y la sombra.

Sin duda, sus obras monumentales la caracterizaron durante toda su vida. Creó alrededor de treinta obras en México, expuso en todo el país y fue la primera mujer escultora en ser acreedora de diversos reconocimientos por su labor artística y la primera artista mujer inscrita en la Academia de las Artes en el año de 1973.

Ángela Gurría  no solo fue un referente mundial de la escultura, sino que abrió camino para las mujeres en el arte, además de hacer piezas en cantera, metal, madera, y lograr una multiplicidad de formas, texturas, líneas y volúmenes que dieron vida a una obra que es referente del arte mexicano. 



Señales es una obra que realizó para las Olimpiadas de 1968, y se encuentra entre las 22 obras creadas para la Ruta de la Amistad, es seguramente es la escultura más destacada entre las demás. También es una de las más populares y una de las que mejor ha sobrevivido al paso del tiempo. 

Dicha pieza mide 18 metros de altura y su cuerpo está formado por concreto armado. La obra hace referencia a la “desegregación” de los Juegos Olímpicos, que en esa edición decidieron incluir muchos más países africanos que en todas las anteriores. Pero los atletas de estos países y los afroamericanos de Estados Unidos insistieron en la exclusión de Sudáfrica por sus políticas del apartheid. La presencia de atletas negros en los juegos los convirtió en uno de los más exitosos celebrados hasta entonces.

En 1998, fue restaurado por la familia Moisés Cosío. Originalmente se instaló en la glorieta de San Jerónimo. Con el tiempo, ese lugar se vio saturado por los pasos a desnivel del Periférico y, junto con la mayor parte de la Ruta Escultórica, la obra fue trasladada al cruce de Periférico Sur e Insurgentes Sur, donde permanece hasta la fecha.