El mito del Tlacuache tiene muchas versiones, y con cada versión se le añaden diversas cualidades.
Los
tlacuaches se constituyen como los
únicos marsupiales endémicos de México. Dice una
leyenda náhuatl que un día el fuego se soltó de alguna estrella, hasta caer en la tierra provocando un incendio. Entonces los antiguos gigantes de la montaña
resguardaron el fuego y no lo dejaron extinguirse. Se nombraron comisiones que se encargaron de cortar árboles, plantas, animales y todo lo que estaba al alcance para saciar el hambre del fuego.
Para evitar que la gente común pudiera robarles el tesoro del fuego,
organizaron un poderoso ejército encabezado por un tigre que devoró a muchos pobladores cuando intentaron robarse el fuego. No obstante,
el tlacuache se acercó al campamento pensando cómo robar el fuego. Un día se aproximó a la hoguera, diciendo que estaba
cansado y friolento, tomó una brasa y salió corriendo con el fuego, que más tarde regaló a los hombres. Como el tlacuache agarró con su cola al fuego, quemando el pelo del apéndice del animal, se dice que esa es
la razón por la cual los tlacuaches tienen la cola sin pelo.
Aunque el mito del tlacuache (del náhuatl tlacuatzin) tiene muchas versiones, en casi
todas ellas el tlacuache aparece como jefe del mundo, el astuto que enfrenta el poder de los jaguares, y al mismo tiempo es un
bromista, ladrón, fiestero y borracho.
Pero esto tiene una explicación
histórica y morfológica. Ya que el tlacuache es el
único marsupial que existe en el territorio mexicano, es de los pocos animales que se conserva sin variaciones desde que apareció en nuestro planeta,
hace más o menos 60 millones de años, es un animal omnívoro y entre sus gustos se encuentra
el aguamiel de los magueyes, por lo que se puede decir que además de ser un “ladrón”, es también un “borracho” y cuando se encuentra con algún
depredador su estrategia es “hacerse el muerto”.
El tlacuache tiene su representación en varios
restos arqueológicos por todo el país. En la región zapoteca se han encontrado representaciones del periodo Clásico que permite afirmar su divinidad. En un taller ubicado al norte de la Ciudadela, en
Teotihuacán, aparecieron algunos
moldes de pequeñas figuras del tlacuache que posiblemente eran adheridas a figuras de culto.
En
Tlapacoyan se descubrió una figura de barro que lo representa, fechada hacia el año 1000 antes de nuestra era. Algunos códices como el Dresde y el Vaticano lo
relacionan con el juego de pelota, la decapitación, la Luna, el pulque, las ceremonias de año nuevo y el cruce de caminos. Incluso en diversas comunidades puede encontrarse hoy en día su figura colgada en
templos y chozas y sus despojos se utilizan como medicamentos.
Tampoco es posible distanciar mucho al tlacuache de
la versión occidental de Prometeo, donde un titán furibundo lleno de heroísmo y amor por los hombres, les regala el
fuego luego de robárselo a Zeus.
Esto es posible leerle a través de Alfredo López Austin, uno de los
más renombrados estudiosos del México precolombino, experto en
cosmovisión mesoamericana y de los
pueblos indígenas mexicanos que en su libro,
Los mitos del tlacuache se dedica a explorar todas las variantes de esos
relatos míticos cuya figura central es el tlacuache.
Aunque el tlacuache no parece el típico héroe,
tiene un papel central en la mitología cultural y natural de nuestro país, y es, como sea, un magnífico marsupial curioso.