Con información de Ancient origins
El pavo ocelado se puede ver en códices, en la arqueología e iconografía maya.
Todos los mitos tienen el potencial de reflejar una parte de la compleja cosmovisión de una civilización. Este tipo de explicaciones ficticias son muy agradables y muchas de ellas han perdurado debido a que nos cuenta parte de las creencias de una época y su historia.
Este mito del pavo es uno de los más curiosos de la cultura maya. Se trata de un mito del pavo ocelado, o Meleagris ocellata, es una especie de pavo de la Península de Yucatán, Belice y Guatemala. Este tipo de pavo es un espectáculo cuando extiende sus hermosas plumas de color bronce, azul y verde y el contraste que genera con sus patas de un rojo intenso.
Aunque el pavo no es un animal tan totémico como el jaguar, la serpiente o el quetzal, también fue venerado por los mayas y juega un papel importante dentro de la mitología mesoamericana; de hecho, la hermosura del pavo llamó tanto la atención de los mayas que le concedieron “poderes sobrenaturales”.
Asimismo, el pavo ocelado también se puede ver en algunos códices mayas, en la arqueología e iconografía maya, sobre todo porque cuando extiende su cola, el plumaje tiene forma de ojos por lo que se considera sagrado y nocturno. Para los mayas el pavo es un mensajero de los dioses y hasta tiene capacidades oníricas.
Cutz, pavo de monte
Los pavos también se ofrendaban a los dioses, y eran importantes en las ceremonias de año nuevo para traer fertilidad al mundo natural. El relato de los mayas habla de Cutz, pavo de monte. Se dice que el Gran Espíritu, cansado de las constantes riñas entre las aves, decidió convocar a una asamblea para designar a la que gobernaría al resto. Todas creían ser merecedoras de tan importante elección.
Dzul Cutz (el pavo real) se sentía orgulloso de su pero estaba consciente de lo poco atractivo de su plumaje. Así que decidió convencer a Puhuy (el mensajero de los caminos) para que le prestara el suyo, argumentando que lo diminuto de su tamaño le restaba la gracia necesaria. Además, prometió que vestido como el rey de las aves, compartiría las riquezas del reino.
Puhuy aceptó y se despojó de sus plumas. Cutz se las ajustó al cuerpo y así surgió su hermosa cola larga que relucía en el cielo de los Mayas, el jade de su sagrada serpiente, y los tintos vivos de los crepúsculos tropicales.
El Dzul Cutz entró al lugar donde todas las aves de la tierra del Mayab estaban congregadas para la elección. El Gran Espíritu quedó complacido con el cambio y lo proclamó rey de todas las aves. Pero un grupo de pájaros notaron que ese plumaje era de Puhuy así que las aves del Mayab escribieron una carta al Gran Espíritu, pidiéndole que el pavo real fuera debidamente castigado.
El Gran espíritu le dejó la cola, pero cada vez que el pavo real abre el pico se deja escapar un desagradable sonido de burla en lugar de un melodioso canto como las otras aves.