El uso de agua subterránea es clave para abastecer a la CDMX

Fotos: Sistema Agua CDMX

Usar agua subterránea podría beneficiar a toda la CDMX, siempre y cuando sea como una gestión inteligente. 

 

A diferencia de lo que pensamos sobre el agua dulce del mundo, que proviene de la lluvia, de arroyos o ríos, incluso que proviene de los cascos polares y glaciares, en realidad, el agua dulce proviene del subterráneo. De hecho, es más fácil encontrar agua bajo tierra, en grietas y huecos del suelo, en la arena y las rocas, que en algún otro sitio. 

Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), el agua dulce se mantiene en las rocas, en sedimentos permeables y se extrae de pozos. Muchas veces, burbujea naturalmente a través de un manantial o se descarga en lagos o arroyos; el agua subterránea ayuda a reponer y mantener los niveles superficiales en los cuerpos de agua que estamos acostumbrados a ver en ríos, lagos o arroyos. Además, el agua subterránea ayuda a que nuestros ríos fluyan libremente.

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De hecho, en muchas partes del mundo, el 50% de la población utiliza agua subterránea como agua potable, aunque el mayor uso que se le da es para el riego de cultivos y la producción agrícola. La cuenca del Río Bravo, frontera entre Texas y México es una de las fuentes más ricas, y representa el 25% del agua que se utiliza para la irrigación agrícola y el suministro público en la cuenca en ambos países.

Asimismo, es la principal fuente de agua para humedales y manantiales, que son de importancia crítica para la biodiversidad de agua dulce y la conservación de las aves migratorias. Es por eso, que uno de los retos para proteger las aguas subterráneas es protegerla de los agentes contaminantes, ya que se puede mezclar con vertederos, tanques sépticos, de gas, fugas y por el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas.

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A pesar de todo, el agua subterránea tiene la capacidad de recargarse y reponerse de forma natural, cuando la lluvia y la nieve derretida se filtran por las grietas y hendiduras debajo de la superficie de la tierra; de manera artificial se puede restaurar redirigiendo el agua para que sea reabsorbida por el suelo a través de canales, cuencas o estanques.

Aunque existen muy pocos programas de recarga de acuíferos, captar agua de lluvia y la infiltración del suelo para reposición de acuíferos, es considera una solución basada en la naturaleza, un tipo de intervención que está alineada con la naturaleza y puede ayudar a construir resiliencia frente al cambio climático.

Esto, por supuesto, para evitar que el cambio climático, las pocas reservas de agua subterránea (en la CDMX se prevé que solo habrá agua para 40 años) se acaben, y que podamos tener acceso a agua potable y segura. Así que tanto es necesario que en los hogares actuemos para reducir la contaminación de las aguas subterráneas con desechos y productos químicos; y presionar a los gobiernos locales y estatales para proteger las aguas subterráneas.

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José Joel Carrillo Rivera, investigador del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM, destaca la necesidad de investigar más sobre los acuíferos como sistemas naturales integrales y no fragmentados, tal como se les considera administrativamente. Ya que el especialista afirma que hay suficiente agua subterránea para satisfacer las necesidades de la población mundial. “Pero no es solo importante que haya suficiente agua, sino también que la podamos manejar”, subraya, resaltando la importancia de comprender su funcionamiento integral en relación con el sistema hidrológico.

Algunas de las dificultades para acceder al agua subterránea es que es difícil de controlar, y como no es visible a golpe de vista, es posible extraer más agua de la que se puede reponer de manera sostenible. Aunque según Carrillo Rivera existen 276 cuencas hidrográficas consideradas transfronterizas, compartidas por dos o más naciones, por las que circula el 60% del agua dulce. Estas cuencas son compartidas por 145 países, aunque esta descripción no incluye un componente fundamental del ciclo hidrológico: el agua del subsuelo.

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En México, se reconocen oficialmente 11 acuíferos compartidos con Estados Unidos y otros siete con Guatemala y Belice. Pero se requiere más investigación que permita saber cuál es el nivel de nuestras reservas de agua. El conocimiento científico que se impulsa en las universidades, como en la UNAM, y en el gobierno, debe incrementarse para saber la cantidad de líquido que tenemos en realidad. Debemos saber con datos precisos cuánta hay en las reservas, cuánta se infiltra, se extrae, se consume, etcétera.

Una de las soluciones que plantean los especialistas es proteger las áreas de recarga como si fueran lugares sagrados, porque si las perdemos el agua que debería infiltrarse va a correr por el asfalto e irá a dar al drenaje. Otra opción es hacer recargas artificiales de acuíferos con agua tratada de calidad, como lo que se realiza en países como Estados Unidos, Australia, Alemania o Israel. También debemos reducir la extracción subterránea mediante el uso eficiente y el cuidado del vital líquido, con ayuda de equipos de consumo doméstico e industriales ahorradores.

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Otro de los problemas en la CDMX es el hundimiento a razón de 6 cm por año; y en alguns zonas como Azcapotzalco de hasta 15 cm por año. Siendo que la excesiva extracción de agua, acompañada de hundimientos, dañan de manera importante la infraestructura urbana y ponen en peligro la estabilidad de edificios, así como la vida de sus habitantes ante fenómenos sísmicos. 

En lo que se consideran diversas alternativas que hagan posible la extracción de agua subterránea, libre de contaminantes, útil para la utilización en nuestros los hogares, y que no perjudique la infraestructura de la CDMX, lo ideal es cuidar y ahorrar el agua que usamos en casa todos los días.