Fotos: Research gate
Para los antiguos mayas, Venus tuvo una importancia al mismo nivel que la Luna y el Sol.
El Códice Dresde es el primero libro descubierto en América. Es de origen maya y muchos investigadores coinciden en que dicho texto muestra la importancia y relación de Venus con los mayas, y de hecho, después del Sol y la Luna, Venus es el astro más relevante para esta cultura antigua.
Esta fascinación se debe a diversas causas, sobre todo a que es el astro más brillante en el firmamento, visible al caer la noche y poco antes del amanecer, a que es el segundo planeta respecto al Sol, y que su tránsito es un símbolo de presagios funestos o que alertaban sobre sequías y destrucción.
Los mayas le llamaron Ahzab Kab Ek –la estrella que despierta a la Tierra– y Noh Ek –la gran estrella–, vinculando su aparición y desaparición en el firmamento con Kukulkán, una de las deidades creadoras de la humanidad según el Popol Vuh, representada como una serpiente emplumada.
Este vínculo los llevó a construir pirámides, observatorios y estelas en honor al planeta, como el Templo de Venus en Chichén Itzá y otras construcciones desde donde observaban metódicamente sus movimientos, registrando su tránsito en la bóveda nocturna con una precisión inusitada para la época.
Regresando al Códice Dresde, en este manuscrito los mayas calcularon el ciclo de Venus, el tiempo que tarda en volver al mismo punto donde fue observado originalmente desde la perspectiva terrestre, además de relacionar su aparición y ocultamiento en el cosmos con los eclipses y el ciclo agrícola.
A esto se le llama ciclo sinódico de Venus y está conformado por 583.92 días, pero fue calculado por los mayas en 584 días; además de estar relacionado directamente con una cuenta de 8 años, que contenía 2 mil 920 días, los mismos que cinco ciclos sinódicos.
Los mayas también asociaron a Venus con la fertilidad y el carácter de Kukulkán como dios-trueno. Cada primavera, los mayas confirmaban el encuentro de Venus y las Pléyades (un cúmulo de estrellas ubicado en la constelación de Tauro) que anunciaba la llegada de los Chicchan, un grupo de espíritus serpientes que al agitar su cascabel traían consigo lluvia e inauguraban la estación agrícola.
Así que para los mayas, Venus rigió la vida espiritual y material de su cultura. Encontró respuestas sobre el mundo y el Códice Dresde es de los primeros documentos científicos que hablan sobre el movimiento de este astro. Las ilustraciones del códice muestran un registro basado en numerología, y un desglose de siglos de observación periódica, incluyendo su relación con los eclipses.
Aunque los mayas no tenían un dios específicamente relacionado con Venus, sino un conjunto de deidades para los distintos aspectos de este planeta, como si fuera un cuerpo colegiado. De hecho, creían que Venus se “ocultaba” en el inframundo (lugar cargado de muerte, enfermedades y desgracia) y que cuando salía, eran temidos sus primeros rayos de luz y pensaban que había que resguardarse de los malos presagios.
Entre los dioses asociados con el planeta se encuentra Ha’al Ihk’ Mam Chak Ek, algo que se puede traducir como “abuelo negro de la lluvia”. Esta figura es la personificación de Chak Ek, la gran estrella. Sin embargo, el principal dios de todos los relacionados con este objeto celeste fue el 1 Ahau, que se refería a la primera salida de la estrella de la mañana.
Los especialistas han coincidido que casi todos los augurios que se ven en la tabla de Venus del Códice de Dresde, se refieren a desgracias para los seres humanos, para el maíz, para el agua. Muchos signos se pueden traducir como sequías, pestilencias, desgracias para las ciudades.
En contraparte, es curioso que Venus sigue siendo uno de los planetas más fascinantes del el Sistema Solar, que lleve el nombre de la diosa romana del amor y la belleza, conocida como Afrodita por los antiguos griegos.