Fotos: inah
Esta Nariguera formaba parte de un depósito ritual que fue hallado en Palenque, Chiapas.
Las narigueras formaban parte de los atuendos ceremoniales de las culturas prehispánicas de los mayas. Usualmente eran hermosos ornamentos elaborados con hueso humano, y los portaban gobernantes y sacerdotes de muchas ciudades antiguas, y los mayas los usaban durante ceremonias en que encarnaban a K’awiil, el dios maya del maíz y la fertilidad.
Por vez primera en la historia de las exploraciones en la Zona Arqueológica de Palenque, en Chiapas, fue localizado uno de estos fascinantes adornos nasales, que no solo se destaca por su elocuente escena tallada, sino por su increíble estado de conservación.
Esta fascinante pieza formaba parte de un depósito ritual que conmemoró la terminación de un edificio, una estructura sobre la cual se construyó la Casa C del Palacio, complejo arquitectónico que ha sido motivo de trabajos de conservación por parte de la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El director del Proyecto Arqueológico Palenque (PAP), Arnoldo González Cruz, detalla que la ubicación de este depósito se dio durante exploraciones para confirmar o descartar la existencia de una escalinata en el desplante de dicha subestructura, en el lado sur, tal y como ocurrió en el extremo opuesto.
Durante la limpieza del área se registró una oquedad de 26 centímetros de diámetro y 30 centímetros de profundidad, que presentaba un relleno de tierra arcillosa con restos de carbón. Al hacer la criba, se recuperaron restos de animales, carbón, navajas de obsidiana y fragmentos de un punzón de hueso con inscripciones apenas perceptibles. El depósito estaba sellado con piezas acomodadas sobre tierra quemada.
“La matriz de tierra era muy oscura, con alta cantidad de carbón, y entremezclados aparecieron semillas, huesos de peces, tortugas, mamíferos pequeños, navajillas de obsidiana, unos trozos grandes de carbón y, entre ellos, un adorno nasal de hueso”, refiere el investigador del Centro INAH Chiapas.
De todas las piezas, la nariguera fue la más notable, debido a su mérito estético y composición, firmeza, precisión y combinación de sus trazos de talla, ejecutados en apenas 6.4 centímetros de largo por 5.2 de ancho, y un grosor de 5 centímetros en la parte inferior, que va decreciendo hacia la superior.
El atavío fue manufacturado con la parte anterior de una tibia distal, con el fin de aprovechar la cresta que recorre la diáfisis del hueso. Como producto terminado, su propósito era que la cresta duplicara el eje de la nariz y se proyectara sobre la frente de su portador; además, que la cresta formara una línea divisoria de la escena del ornamento.
En la mitad izquierda de la pieza se grabó el perfil de un hombre portando tocado con la cabeza de un ave, muñequeras tubulares, collar de cuentas esféricas y una orejera con contrapeso; en el brazo izquierdo muestra el glifo maya ak’ab’, “oscuridad” o “noche”, mientras el derecho se extiende y corta en la cresta, para continuar del otro lado de la pieza, donde sujeta un objeto largo y delgado.
A partir de donde el personaje toma el objeto, la banda está decorada con líneas verticales y un amarre. En la parte baja se encuentra la representación de un cráneo humano sin mandíbula inferior, del que afloran extremos nudosos y huesos largos. La calavera está colocada sobre lo que parece un bulto de tela marcado con bandas cruzadas.
La cresta del hueso con que se elaboró el adorno nasal se presenta como el límite de un portal que el personaje cruza para comunicarse con los dioses y antepasados, una escena común en el arte maya.
Así que es muy probable que esta nariguera fuer parte del atavío de la élite de la urbe, debido a que aparece en varias representaciones escultóricas, como el sarcófago del Templo de las Inscripciones, el Tablero Oval de la Casa E y el Trono del Templo XXI, siendo portado por los ajaw Yohl Ik’nal, Sak K’uk’, Pakal I y Pakal II.