Foto destacada Paseando por México
El Lago de Cuitzeo está llegando a su fin y lo único que nos quedará serán sus historias y leyendas.
El lago de Cuitzeo es el segundo lago más grande de México, por detrás del lago de Chapala; se caracteriza porque desde hace muchos años ha sido el símbolo de esta región, por sus leyendas y por su extensión que abarca el valle del Eje Neovolcánico de México, el estado de Michoacán y Guanajuato.
Este lago cubre un área de 306 km² siendo de gran importancia para la región, ya que contribuye a regular el clima de la cuenca; además es sustento y hábitat de diversas especies acuáticas. Forma parte de las reservas de aves y la economía local depende de la pesca de charal, carpa, mojarra y tilapia, la caza de rana y la agricultura de la zona usa el agua del lago para el cultivo de maíz, sorgo, avena, trigo y hortalizas.
Hace muchos años, este lago era un excelente sitio para la observación de aves, y se podía practicar pesca deportiva y kayak, pero nunca fue un lugar turístico, así que era ideal para estar en la naturaleza. Lamentablemente, este milenario lago de Cuitzeo, podría estar a punto de extinguirse ante la falta de lluvias, la grave deforestación y la contaminación sanitaria por aguas residuales que vierten al menos 15 poblaciones urbanas y rurales cercanas.
Este lago ha perdido el 70% de agua en los últimos años, y la gente de los alrededores ha padecido de enfermedades gastrointestinales, broncopulmonares, dermatológicas y oftalmológicas debido al polvo que se genera por la falta de agua en el lago. Hoy en día, se estima que solo hay 80 centímetros de agua.
Por diversos problemas que implica la restauración ecológica de este lugar, principalmente que costaría cerca de 150 millones de dólares, que además de un ordenamiento ecológico y territorial de todo el estado; posiblemente, este lugar va a desaparecer. Por eso te dejamos con esta leyenda purépecha del Lago de Cuitzeo.
Leyenda purépecha del Lago de Cuitzeo
En el jardín Cuerauáperi o de la Madre Naturaleza, habían dos ríos que una diosa creó para entretener a una bella doncella, Hapunda, siempre insatisfecha, porque su padre la obligó a quedarse aquí por lo que siempre se la pasaba llorando al grado de que sus lágrimas se mezclaban con el agua de las fuentes. Arrancando llantos a las rocas, las lágrimas de Hapunda no llegaban al corazón de los dioses. Rogaba que regresara su amado guerrero que, bajo las órdenes de su padre el rey, había ido al campo de batalla a luchar por los suyos.
Huriata, el padre Sol, desfilaba por el prado con cientos de guerreros haciendo mucho ruido, al grado de que espantó al os tzintzuni (colibrí) que tomaba la miel que Hapunda le ofrecía. La princesa corrió entre la maleza para ver al ejército que regresaba, con el fin de ver a su amado. Cuando encontró a su padre, le dijo: «Padre mío, devuélveme a mi amado que partió junto con tu ejército cumpliendo tus órdenes». Todos guardaron silencio. El rey alzó su lanza y se arrodillaron para escucharlo.
-Hija mía, Hapunda, tzitziqui (flor), la flecha de un chichimeca, de entre todos mis guerreros a él escogió- le dijo el padre. Los ojos de la princesa se llenaron de lágrimas. No escuchaba la voz de su padre y de los guerreros que la llamaban.
Al caer la noche, Hapunda lloraba y pronunciaba algo que nadie entendía. No dejaba de llorar y sus lágrimas inundaron todo el valle. El rey ordenó dejar sola a su hija para que llorara su pena, él pensaba que con el tiempo se enamoraría de alguien que fuera de su misma estirpe.
Al amanecer, el rey, sus guerreros y el pueblo quedaron sorprendidos al ver el valle desaparecido y, en su lugar, había «una gran laguna que abrazaba con sus aguas un corazón. Así se formó una laguna que fue llamada de Cuitzeo».