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Entre las piezas arqueológicas que fueron robadas esa navidad, se encontraba la máscara de Pakal y el pectoral del Dios murciélago.
La historia de los grandes robos está ligada a la vida de los museos de todo el mundo. Ya que el arte tiene un alto valor monetario y muchas piezas se pueden transportar y ocultar con relativa facilidad, siempre y cuando no sean muy grandes; además, son muy buscadas en el mercado negro. A esto se suman las pocas medidas de seguridad, la relativa facilidad para entrar a un museo de noche y a la astucia poca violencia de los ladrones.
Hay muchos ejemplos del “robo del siglo” cuando se trata de piezas de arte: La Gioconda de da Vinci en 1911; El Grito de Munch en 1994, las 13 obras robadas del Museo Isabella Stewart Gardner con piezas de Vermeer, Rembrandt, Manet y Degas valoradas en 500 millones de dólares. Por supuesto, en México, el “robo del siglo” se trató de piezas arqueológicas durante la Nochebuena de 1985.
Las piezas fueron robadas del Museo Nacional de Antropología, en la noche del 25 de diciembre de 1985. Carlos Perches y Ramón Sardina, “Perches” y “Sardina” llegaron hasta el museo en un Volkswagen Sedán, brincaron la reja que colinda con Paseo de la Reforma y entraron por un conducto de aire acondicionado a la Sala Maya del museo.
De hecho, en el interior del muso, ocho vigilantes de la policía nocturna del museo, se encontraban celebrando la Navidad, ingiriendo bebidas alcohólicas sin llevar a cabo los protocolos, lo que facilitó a los ladrones el robo. Tan es así, que los ladrones Perches indicaron que las puertas de las salas estaban abiertas y que pudieron sacar las piezas de las vitrinas de exhibición con relativa facilidad. Perches y Sardina escaparon del lugar en el Volskwagen con el botín guardándolo en la casa de Perches en Jardines de San Mateo, Naucalpan.6
Debido a eso, el robo fue descubierto en el cambio de guardia de las 8 de la mañana del 25 de diciembre, se hizo noticia de impacto nacional e internacional y provocó un escándalo en toda la comunidad cultural. El presidente de entonces, Miguel de la Madrid, ordenó investigar los hechos y solicitó la colaboración de la Interpol. Un grupo de peritos y criminólogos recabó evidencias, los vigilantes fueron y la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Antropología ofreció una recompensa de 50 millones de pesos para la persona que diera pistas del paradero de las piezas robadas.
Se dijo que fueron 140 las piezas sustraídas de las salas Maya, Mexica, Culturas de la Costa del Golfo de México y Culturas de Oaxaca. Pero de todas las piezas, las más destacadas fueron el ajuar funerario de K’inich Janaab’ Pakal incluyendo la máscara, collares, pulseras y anillos; el Pectoral del Dios murciélago, la vasija conocida como el “Monito de obsidiana” y el chimalli de oro y turquesa de la Tumba 7 de Monte Albán.
El impacto de la noticia fue tan grande que Perches y Sardina decidieron “enfriar” el botín, huyendo a Acapulco. La relevancia de las piezas, del robo y la noticia, hizo muy difícil venderlas a coleccionistas privados y el museo lució con vitrinas vacías con un cartel señalando el robo. De hecho, no hubo indicio de las piezas ni de los ladrones por varios años. Fue hasta que la detención del narcotraficante Salvador Gutiérrez “El Cabo”, el 1 de enero de 1989, que se supo de las piezas.
Resulta que con el fin de reducir su condena, “El Cabo” negoció información que pudiera detener a los ladrones del museo. Ya que Perches y Sardina habían ofrecido las piezas a otro narcotraficante de Acapulco, José Ramón Serrano. Así fue que la policía logró obtener el paradero y localizar a Perches en junio de 1989. Con esto fueron recuperadas 111 piezas del clóset de Perches, donde se conservaban ocultas desde el robo.
Siete piezas robadas fueron conservadas por Sardina, quien logró permanecer prófugo. Además de Perches fueron detenidos y encarcelados su hermano Luis Perches Treviño y otros acusados de encubrimiento como Isabel Camila Masiero “Princesa Yamal”, así como el estadounidense Gary Nathan, Juan Castillo Carriles y Hugo Pérez Radilla.
El 12 de junio de 1989 se anunció la recuperación de las piezas. Se hizo la devolución oficial de las piezas al Museo y se condecoró a los elementos de la policía. El gobierno de la época destinó 700 millones de pesos para colocar alarmas electrónicas y un sistema de videovigilancia. El Código Penal Federal del país fue modificado con el fin de castigar con mayores penas el robo de patrimonio arqueológico mexicano. La película Museo (2018) dirigida por Alonso Ruizpalacios y protagonizada por Gael García Bernal, está basada en la historia del robo.