Foto destacada: Diario Evolución
Muchos rituales prehispánicos tenían como finalidad celebrar el naciomiento del nuevo sol.
Antes de la llegada de los españoles al valle Anáhuac, en estas fechas se llevaban a cabo los preparativos para celebrar el nacimiento del sol. En este mes se festeja el nacimiento de un nuevo sol llamado Huitzilopochtli, en el solsticio de invierno y con esto la llegada de un vigor a toda la gente.
El Solsticio de Invierno, que antiguamente ocurría el 25 de diciembre y después de los cambios calendáricos, ahora es el 21 de diciembre, el Sol ya había recorrido la bóveda celeste y había muerto el 20 de diciembre.
En este mes se realizaban festejos, bailes y cantos. Asimismo, durante esta ceremonia se llevaban a cabo rituales de sacrificio, un ayuno que finalizaba al final del mes y de la festividad de Pānquetzaliztli, cuando se producía la muerte de los cautivos, algunos de estos en el juego de la pelota o tlachtli.
Además, se elaboraba una figura del dios con masa de huautli y maíz tostado amasado con miel de maguey, que se comía después del sacrificio de los cautivos y esclavos.
El mes Panquetzaliztli, equivalente al período del 7 al 26 de diciembre de nuestro calendario, era una fecha importante, ya que el Sol era más pequeño, la luz del día duraba menos y el sol se encontraba más hacia el Huitztlampa, entonces nacía el Huei Yaoquizque, Huitzilopochtli.
Los aztecas celebraban con todo esplendor el nacimiento de su dios del Sol, en una ceremonia del Solsticio de Invierno. Por la noche y al día siguiente había fiesta en todas las casas, donde se obsequiaba a los invitados suculenta comida y unas estatuillas o ídolos pequeños hechos de maíz azul, tostado y molido, mezclado con miel negra de maguey.
La celebración al nuevo sol fue de gran importancia religiosa, ya que daba lugar a la creación de Dioses y mitos que conformaron a la sociedad de la época. Sin importar el lugar del mundo donde se encuentren, las distintas civilizaciones realizaron fiestas, ceremonias, rituales y convivios para recordar el paso del sol a una nueva regeneración y oportunidad de continuar la vida y celebrarla.
Otro de los rituales que eran llevados a cabo consistía en escoger un Painal (el presuroso o el que anda deprisa), quien representaba al dios durante su juventud, y su objetivo era recorrer casi en su totalidad da cuenca de México, para llevar consigo buenaventura y las bondades de la deidad a todos los pueblos.
También se hacía al “dios colibrí” de tamaño real con tzoalli, una pasta de huauhtli, que estaba hecha con semilla de amaranto y miel de maguey. Luego de colocar la figura en el templo, un sacerdote caracterizado como el dios Quetzalcóatl disparaba una flecha al corazón de la figura, con el objetivo de matarlo ritualmente, y luego, el pueblo mexica tomaba un pedazo de la figura para comérsela.
A la llegada de los misioneros europeos, los indígenas trasladaron las virtudes de sus deidades a los santos, vírgenes y cristos que fueron traídos por los españoles. En el caso del Panquetzaliztli, los frailes e indígenas convirtieron a la Coatlicue, la madre tierra y de los dioses, en la virgen María, mientras que Huitzilopochtli, al ser una deidad solar y compartir puntos en común con los pasajes bíblicos de Jesús de Nazaret, terminó por convertirse en él.