Tzukán, la leyenda de la serpiente maya que preserva del agua

Foto destacada: Adame Leyendas

Esta leyenda maya habla de la imponente serpiente Tzukán, guardiana del agua, cenotes y ríos. 

 

En Yucatán hay varios lugares que se llevan el nombre de Tzukán, un sitio turístico, un Santuario e incluso hay cenotes y restaurantes; además hay muchas memorias, rituales y hasta eventos culturales con el nombre de Tzukán, una deidad maya.

Pero lo que más llama la atención es la leyenda de Tzukán, que narra la historia de las serpientes que habitaban la Tierra, además de ser protectora de grutas y cenotes, era única por su gran tamaño y misticismo.

Leyenda de Tzukán

Se dice que fue en la primera sequía del imperio maya que se le encomendó a Chaac, Señor de la Lluvia, recoger el agua del subsuelo y llevarla al resto del imperio maya. Chaac montó una bestia alada y buscó el precioso líquido por todas partes, pero los lagos, ríos y cenotes estaban secos. Cuando el Señor de la Lluvia decidió descansar un poco, se sentó sobre un troncoque comenzó a moverse. 

Chaac se dio cuenta de que su asiento era una serpiente enorme, que quiso devorarlo. El Señor de la Lluvia, furioso, trepó por el dorso de la serpiente y la azotó con su látigo.

—Ahora tú serás mi montura por haberte comido a mi animal —dijo Chaac.

A la serpiente le brotó una crin del cuello, de la cual el jinete se sujetó.

—¿Y tú quién eres para azotarme? —dijo Tzukán.

Adame Leyendas

Soy Chaac, el Señor de la Lluvia, y ahora también tu señor. Me llevarás al mar para traer agua a los cenotes que están vacíos, porque seguramente tú te la acabaste.

Tzukán se retorció para sacudirse a Chaac de encima, pero lo único que consiguió fue que se le inflamaran las crines. Repentinamente, en los costados de su cuerpo aparecieron unas enormes alas que la elevaron y se dirigió al mar.

Al llegar a aquel enorme cuerpo de agua esmeralda, Chaac llenó cientos de vasijas y las ató al lomo de Tzukán. La serpiente estaba asombrada: era la primera vez que veía el mar.

—No volveré a las grutas —dijo Tzukán—. Me quedaré en el mar, aquí tengo mucho espacio y puedo ir a donde quiera.

—Primero debes terminar tu misión —contestó Chaac: Tú vas a encargarte de vigilar los cenotes y cavernas y jamás habrá de faltarles agua. Serás la guardiana del agua y sólo cuando seas anciana te permitiré regresar al mar —dijo Chaac, quien engañó a la serpiente porque sabía que Tzukán rejuvenecería eternamente.

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En los cenotes, Tzukán derribó a Chaac con un chicoteo de su cuerpo, pero el Señor de la Lluvia agitó su látigo y provocó un trueno que mató de inmediato a la serpiente y la convirtió en miles de gotas de agua que cayeron sobre la tierra. Los ríos, cuevas y cenotes se volvieron a llenar de agua y en el fondo de una gruta, las gotas de agua se condensaron hasta tomar la forma de la serpiente que creció y de nuevo le salieron alas. 

Tzukán abandonó su refugio para dirigirse al mar, pero en su camino se encontró a Chaac, quien le lanzó una potente ráfaga de viento y el reptil se transformó en lluvia una vez más. Así fue como Tzukán, quiso regresar al mar, pero quedo condenada con su eterna muerte y reencarnación, a siempre mantener con agua los cenotes, grutas y ríos de Yucatán.