Fotos cortesía de Tima Miroshnichenko
Conoce la peculiar historia de cómo llegaron las palomitas a las salas de cine.
La visita al cine siempre se acompaña de palomitas, es como si fuera una relación tan íntima que ya la damos por hecho. Pero ¿por qué es que las palomitas de maíz son el alimento básico de las salas de cine? ¿Cómo fue que las palomitas se convirtieron en un indispensable a la hora de ver una cinta en la pantalla grande? De hecho, las salas de cine no siempre estuvieron saturadas de palomitas.
Es muy complicado saber o reconocer la historia de las palomitas, seguramente asociada al intercambio de los granos que existía en todo el mundo desde el siglo XVI. Lo que sí se sabe, es que fue en América del Norte donde se popularizó hacer estallar maíz entretenido, y en 1848 se convirtieron en uno de los bocadillos más populares. De hecho, se hicieron tan populares que estaban disponibles en todas partes, especialmente en sitios de entretenimiento como circos y ferias. De hecho, realmente solo había un lugar de entretenimiento donde las palomitas estaban ausentes: los teatros.
Además, en 1885 salió a la calle la primera máquina para hacer palomitas de maíz a vapor, inventada por Charles Cretor, que básicamente es la que existe hoy en día. Dicha máquina podía hacer palomitas para atender a los clientes de eventos deportivos al aire libre, circos y ferias. Así que las palomitas eran móviles, podían producirse en masa sin necesidad de una cocina, tienen un aroma delicioso, eran accesibles de precio y populares en las calles.
En pocas palabras, las palomitas son la botana de la revolución industrial, rápidas, accesibles, industrializadas, para todo el público y económicas. A pesar de esto, los cines no deseaban tener palomitas en sus salas, ya que en aquellas épocas había alfombras hermosas, una clientela ‘intelectual’ y no querían lidiar con la distracción de la basura y el ruido de la comida interfiriendo con el cine silencioso de la época.
Cuando las películas añadieron sonido en 1927, la industria de las salas de cine se abrió a una clientela mucho más amplia, ya que las personas analfabetas ya entraban a ver películas. Para 1930, la asistencia a las salas de cine había alcanzado los 90 millones de personas por semana. Pero las palomitas todavía estaban fuera de la ecuación.
Fue en La Gran Depresión cuando se unió la sala de cine con la venta de palomitas, ya que el cine se volvió una diversión barata con un público masivo. Lo más caro de ir al cine eran, justo, las palomitas de maíz. Así que las primeras salas de cine colgaban carteles fuera solicitando a los clientes que no ingresaran con palomitas de maíz en sus abrigos, porque afuera del cine eran más baratas que dentro. Así que por un tiempo, fueron un refrigerio clandestino original de las películas.
A medida que los clientes llegaban al cine con palomitas de maíz en la mano, los propietarios dejaron de ignorar el atractivo financiero de vender el bocadillo. De hecho, la venta de bocadillos en las salas de cine ayudó a salvarlos de la Depresión, mientras que para 1930, las salas que no vendían palomitas, quedaron en el olvido.
La Segunda Guerra Mundial consolidó el matrimonio entre las palomitas de maíz y las salas de cine. Esto porque hubo escasez de azúcar y todos los productos derivados como los dulces y refrescos se vieron afectados, fortaleciendo la venta de palomitas en todos los cines.
Con la llegada de los hornos de microhondas a los hogares, y de las formas más sencillas de hacer palomitas en casa, se perfeccionó la idea de que las noches de cine en casa deben estar acompañadas de palomitas de maíz