Exploradores y saqueadores gobernaron Chichén Itzá en el siglo XX

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Chichén Itzá ha tenido varios dueños a lo largo de los años, casi ninguno mexicano.

 

Las más de 80 hectáreas que conforman Chichen Itza, alguna vez fueron de propiedad privada, sus tierras fueron heredadas en más de una ocasión y, por supuesto, miles de monumentos para la cultura maya y la tradición mexicana, fueron saqueados, vendidos y sacados del país. 

Esto comenzó con Edward H. Thompson, diplomático y explorador estadounidense que exploró y compró Chichén Itzá, por 300 pesos de la época, que fueron pagados a un hacendado llamado Juan Sosa. Cuando las tierras fueron de su propiedad, se aventuró en ellas y logró encontrar riquezas con las que después comercializó. 

De acuerdo con libro del historiador mexicano Pedro Castro, El fabuloso saqueo del cenote sagrado de Chichén Itzá, se explica que Thompson llegó a Yucatán en 1885 como parte de una misión diplomática, para explorar y extraer patrimonio cultural del país.

Thompson vivió 9 años en una Hacienda de Chichén Itzá, financiado por la American Antiquarian Society, cerca de un Cenote Sagrado que fue dragado con maquinaria pesada (operada sin los debidos cuidados) dañando todo tipo de piezas las cuales llevaban siglos bajo el agua. De ahí, extrajo objetos del antiguo pueblo de los itzaes; bolas de incienso de copal, machetes de madera, una lanzadera hasta que aparecieron piezas ornamentales, antiguas sandalias, campanas de cobre, numerosas figuras de jade, pedazos de cerámica, joyas, anillos, medallones de oro, esqueletos humanos, restos arqueológicos a los que el propio Thompson atribuyó un valor estimativo incalculable.

Thompson siguió el saqueo con buzos, y se calcula que robó hasta 30 mil piezas arqueológicas que terminaron en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard y el Museo Field Columbian de Chicago. Esto fue así hasta 1922, hasta que los campesinos demandaban dotaciones de tierras y lograron sacar a Thompson de Yucatán, y contó su “hazaña”, de modo que la Secretaría de Educación Pública (SEP) denunció ante la Procuraduría General de la República (PGR) por el “delito de robo de objetos arqueológicos”, usando como evidencia capítulos enteros de un texto llamado La Ciudad del Pozo Sagrado, de Theodore A. Willard, donde se narran todos los detalles del saqueo y el papel que jugó el “diplomático” estadounidense en el robo de las piezas.

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La disputa legal comenzó en 1926 pero Thompson murió antes de que finalizará el juicio, el 11 de mayo de 1935. Tras la muerte de Thompson, sus abogados lograron reducir la indemnización pagando 36 mil 410 pesos. En 1940, Alfonso Caso, intentó negociar el regreso de piezas del Museo Peabody de la Universidad de Harvard, aunque no tuvo éxito, ya que se argumentó que si bien las piezas fueron robadas, no fueron robadas por el museo.

En 1935, Fernando Barbachano Peón compró los terrenos a la familia de Edward H. Thompson por 15 mil pesos mexicanos de aquella época. Barbachano formaba parte de una de las familias más importantes de todo Yucatán, y sabía la importancia de la zona, por lo que comenzó a construir una zona hotelera. Tuvo que llevar a cabo una investigación para probar que todo lo que Thompson había vendido formaba parte de transacciones legales. De esta manera, logró que la Suprema Corte de Justicia amparara esta situación en el año 1944 y logró así ser reconocido como el dueño legítimo.

Esto inició muchos pleitos legales entre los Barbachano y el gobierno mexicano, mismos que duraron décadas e incluso continuaron tras la muerte de Fernando. Solo cuando el dueño de Chichén Itzá era el nieto de aquel empresario que compró en primer lugar los terrenos al arqueólogo, en 2010, con Hans Jürguen Thies Barbachano, quien vendió Chichén Itzá al gobierno de Yucatán, por la cantidad de 220 millones de pesos mexicanos.