Guarijíos, el grupo de resistencia indígena de Chihuahua y Sonora 

Foto destacada: INPI

Desde la colonia, los guarijíos viven aislados y en las partes más inhóspitas de la sierra. 

 

Se cree que los guarijíos tienen una cercanía étnica con los tarahumaras y mayos, ya que además del lenguaje, es posible encontrarlas en las formas de celebrar sus fiestas y rituales. Entre los guarijíos que habitan en los municipios chihuahuenses la celebración de los tuburis (o danza que bailan las mujeres) y de la Semana Santa se parecen mucho a la manera en que los tarahumaras celebran el yúmare y la Semana Mayor del cristianismo.

En cambio, al igual que los mayos, celebran las despedidas para los muertos (“velaciones”) y en sutuburisactúan los personajes llamados pascolas, muy característicos de los mayos y yaquis. La cavapizca es una fiesta que dura dos noches y se hace con el doble fin de agradecer a Dios la cosecha y los favores recibidos en el año anterior, así como para pedir que el presente ciclo sea favorable para las cosechas y para la crianza del ganado.

Debido a que los guarijíos acostumbran recoger la cosecha de maíz entre noviembre y diciembre y la de trigo puede tardar hasta mayo, el tiempo de celebración de esta fiesta varía desde diciembre hasta los primeros días de junio.

La cavapizca en Los Bajíos, una comunidad del municipio El Quiriego, Sonora, se celebra el 15 de mayo, fecha que coincide con la fiesta de San Isidro Labrador, uno de los santos más venerados por este grupo indígena. Un comité de tres fiesteros, a quienes elige la comunidad en asamblea, organiza la fiesta y conduce parte de los rituales.

 

La comunidad aporta una vaca que sacrifican para preparar la comida; por su parte, los fiesteros se encargan de reunir los demás alimentos que se reparten en la fiesta (maíz para el menudo y las tortillas, café, azúcar, etcétera), así como de invitar a los pascolas, al witátame (shamán — cantador) y a los músicos (por lo menos dos violinistas y dos arpistas).

También es obligación de los fiesteros atender a todos los invitados: hacer cumplir las indicaciones del pascola mayor; proveer a danzantes y músicos con cigarros, bebida y comida; preparar el altar, la ramada de los pascolas, el patio donde se baila eltuburi; y acompañar la entrada y salida de las imágenes sagradas.

Se dice que cerca de 3 mil guarijíos habitan en pequeñas rancherías de los municipios de Guazapares, Chínipas y Uruachic, en Chihuahua, y en los Álamos y El Quiriego, en Sonora. Su territorio es atravesado por las corrientes que forman los cauces altos de los ríos Mayo y Fuerte; un terreno abrupto, cortado por barrancas y hondonadas, que en sus alturas máximas, como el cerro del Matapaco, no llega a más de 2 mil metros sobre el nivel del mar.

El disparejo relieve y la escasez de fuentes de agua permanentes han provocado que los indígenas de la región mantengan métodos agrícolas rudimentarios (roza, tumba y quema, además de la utilización de la coa) en la siembra de maíz, frijol, calabaza, el chiltepín y algunos otros cultivos como el trigo que llevan a cabo en parcelas a las que llaman magüechis.

Posiblemente la palabra guarijío se deriva del término warioguari, que los indígenas usan para designar los cestos de palma que confeccionan. Sin embargo, ellos se llaman así mismos makuráwe, que significa “los que agarran la tierra”: Los guarijíos se mencionan en algunas crónicas coloniales; por ejemplo, el jesuita Andrés Pérez de Ribas, dice que en 1632 se sublevaron junto con los guazapanes y quemaron la misión de Chínipas, dando muerte a dos sacerdotes jesuitas.

La represión española fue muy dura, y los indígenas que no fueron exterminados, se fueron a las partes más inhóspitas de la sierra para huir de los soldados coloniales. A partir de entonces, los guarijíos permanecieron aislados y su existencia fue generalmente ignorada en los registros escritos de viajeros, exploradores y agentes gubernamentales.

A raíz de la penetración mestiza en la región, que se hizo más fuerte en los últimos años del siglo XIX, los indígenas fueron despojados de sus mejores tierras y se vieron sometidos a un régimen de peonaje muy cercano a la esclavitud. No fue sino hasta la década de los setenta del presente siglo cuando empezaron a ser atendidos por el centro coordinador del Instituto Nacional Indigenista de la zona.