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De leyendas sobre Maximiliano de Habsburgo, Justo de Armas es la más destacada.
Uno de los muchos datos no oficiales, que rodean la compleja historia de Maximiliano, tiene qué ver con el momento de fusilamiento del emperador. Se dice que el pelotón fue acomodado de tal manera que el mejor de sus tiradores quedó justo al frente de Maximiliano, a fin de darle una muerte instantánea; sin embargo, en el último momento el emperador decidió cambiar de lugar con Miguel Miramón, como seña de agradecimiento por los servicios que le prestó en vida, por lo que al final fue acribillado por soldados con menor puntería.
Aunque fueron muchos balazos los que recibió, Maximiliano se desplomó aún con vida así que los republicanos tuvieron que acercarse y darle un tiro de gracia. Previo a ello, el emperador había otorgado una moneda a cada uno de los soldados, y solicitado al batallón tirar directo al corazón para garantizar una muerte rápida.
Museo de la restauración de la República
Tras su muerte, su cuerpo permaneció tres meses en el país. Christian Arredondo explica que Benito Juárez quería que Austria le diera su lugar como presidente, e hiciera una petición formal a su nombre sobre el cuerpo de Maximiliano, por eso tardó tanto tiempo la repatriación de sus restos. Sin embargo, el cuerpo comenzó a descomponerse y fue embalsamado sin mucho éxito. Al pudrirse los ojos, fueron remplazados por los de una escultura de San Antonio, que también los tenía azules.
Pero a lo largo del tiempo han surgido otras leyendas. Una de las más sobresalientes es la del investigador Ernesto Déneke, la cual plantea que Maximiliano de Habsburgo no fue fusilado, sino que huyó a El Salvador haciéndose llamar “Justo de Armas”. Esto porque Benito Juárez le perdonó la vida, ya que ambos pertenecían a la logia masónica. El acuerdo consistía en que si bien el benemérito de las Américas lo dejaría huir del país, Maximiliano nunca podría revelar su identidad.
Según el investigador Déneke, el fusilamiento fue pospuesto durante varios días, no hubo espectadores, existieron problemas al embalsamar el cuerpo, que quedó deteriorado y muy difícil de reconocer, así como tardanza en la entrega del cadáver. De acuerdo con los rumores alrededor de la historia, Justo de Armas fue un hombre culto que aconsejó a un puñado de presidentes de El Salvador.
Museo de la restauración de la República
Además se dice que en 1871 participó en una donación de dinero para las fiestas patronales de la localidad. Durante sus primeros años fue acogido por familias pudientes de la época, especialmente por el vicepresidente Gregorio Arbizú. Se sostiene que dicho personaje hablaba más de un idioma y poseía gran influencia en la élite salvadoreña de ese entonces. Aunque la teoría que vincula directamente a Justo de Armas con Maximiliano de Habsburgo ha cobrado fuerza, investigadores aseguran que se trata de mitos que carecen de evidencia.
La historiografía, a menudo representada por el especialista en la historia del Segundo Imperio Mexicano, Konrad Ratz, niega rotundamente dicha versión; además, asegura que la diversidad de lenguajes era común en oficiales bien educados del cuerpo de voluntarios austriacos, aunque estos no pertenecieran a la realeza. Que es solo un mito, y nada más.