Foto destacada: Gerardo Piña/ INAH
La diosa mexica Chalchiuhtlicue, “la de la falda de jade”, está de regreso en Tláhuac.
En la alcaldía de Tláhuac fue entregada la réplica de un brasero ceremonial con la efigie de la diosa Chalchiuhtlicue, “la de la falda de jade”, por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que ha restituido al pueblo ancestral del sur de la Ciudad de México, el corpus completo de este tipo de piezas prehispánicas, descubiertas hace casi 30 años en el área ejidal de San Pedro.
En la ceremonia de entrega-recepción, efectuada en noviembre de 2024 en el Museo Regional Comunitario Cuitláhuac (MRCC) y presidida por la alcaldesa de esta demarcación capitalina, Araceli Berenice Hernández Calderón, el director general del INAH, Diego Prieto Hernández, explicó que esta institución ha promovido la reproducción fiel de las piezas originales que se encuentran en el Museo Nacional de Antropología, para restituirlas a su lugar de origen, de forma simbólica.
El antropólogo expresó que “es importante que el INAH no se encierre en sus propios espacios y salga al encuentro con las comunidades para que entendamos que el patrimonio arqueológico, histórico y antropológico es de todos, y a todos corresponde su cuidado, incluidos pueblos y barrios que constituyen la pluriculturalidad de nuestra nación. ¡Festejemos la fuerza de la cultura mexicana!, ¡festejemos la llegada de Chalchiuhtlicue!”.
Estos braseros representan a las deidades Chicomecóatl, “señora del maíz maduro”; Centeocíhuatl, “señora del maíz tierno”; Tonacatecuhtli, “padre de nuestro sustento”; Tláloc, numen del rayo, la lluvia y de los terremotos y, ahora, la diosa del agua, los lagos, ríos, mares y manantiales: Chalchiuhtlicue.
Prieto Hernández expuso que el regreso de “la de la falda de jade”, mineral asociado en Mesoamérica a lo femenino, al inframundo y lo más valioso, no deja de ser significativo en el “tiempo de mujeres” que experimentamos, aunque desde sus inicios, son ellas quienes han nutrido a la humanidad.
Recordó que, en plena temporada de lluvias de 1995, del 3 al 15 de agosto, el especialista de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, Pedro Ortega Ortiz, se involucró en la recuperación del extraordinario hallazgo, reportado por el ciudadano Jesús Galindo Ortega quien, a la postre, donaría la vivienda que hoy aloja al MRCC, el cual, para la gente de Tláhuac se ha convertido en un espacio de encuentro con sus raíces más profundas.
Las figuras tienen entre 1.10 y 1.25 metros de altura, y 70 centímetros de ancho; se trata de vasijas efigie de forma bicónica, hechas con barro, y ornamentadas magistralmente con aplicaciones de molde. En estos receptáculos antropomorfos se quemaba copal para las deidades creadoras y se ofrecía un intercambio de favores, agradeciendo la bonanza del ciclo agrícola con primicias de los productos del campo.
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