La asombrosa recuperación del Lago de Texcoco entierra los restos del megaaeropuerto

Es cierto que es difícil llegar al Parque Ecológico Lago de Texcoco — uno de los parques urbanos más grandes del mundo, reclamando más de 143 millones de metros cuadrados de espacio público — si no es en automóvil. También lo es que las invasiones irregulares al predio de “El Caracol” continúan, y que campesinos de Texcoco, Atenco y Chimalhuacán reclaman la regularización de tierras ejidales expropiadas, luego de la polémica cancelación del llamado Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Es cierto, además, que todavía hay obra pagada pero no ejecutada de lo que sería aquel enorme aeropuerto. Todo eso es así.

El propio arquitecto Iñaki Echeverría, director del proyecto, reconoce el principal punto de fricción: la accesibilidad. Fue, según explica, en entrevista para WIRED en Español, una decisión estratégica deliberada. “Evidentemente yo sabía que iba a ser algo que no se terminaría de resolver”, admite. Enfrentado a una disyuntiva presupuestal, Echeverría tuvo que elegir: “O nos concentramos en resolver todos los marcos jurídicos y temas de accesibilidad o creamos el destino y saneamos esto y creamos un botón de muestra de que es viable la restauración”, explica.

De acuerdo con un informe de la Conagua y tras la cancelación del NAICM se dejó al Lago Nabor Carrillo al 50 de su...

De acuerdo con un informe de la Conagua, y tras la cancelación del NAICM, se dejó al Lago Nabor Carrillo al 50% de su capacidad.

Un aeropuerto “verde” sobre un milenario paisaje

La historia del último golpe a esta zona comenzó en 2014, cuando el entonces presidente Enrique Peña Nieto anunció un nuevo hub de Ciudad de México. El NAICM se vendía como “uno de los más verdes del mundo”, y “uno de proyectos más significativos de las últimas cuatro décadas”. La terminal, diseñada por Norman Foster — galardonado con el premio Pritzker en 1999 y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2009 — aspiraba a ser la primera en obtener la certificación LEED platino, el mayor distintivo internacional de eficiencia energética y diseño sostenible.

El proyecto de más de 13,000 millones de dólares dejó tras de sí un grave daño ambiental: destruyó un refugio clave para aves migratorias; desgajó montañas del Estado de México, arrasó terrenos agrícolas y alteró el milenario paisaje de la capital cultural del mundo nahua.

Para 2015, el Lago de Texcoco había perdido más del 95% de su superficie original. Ese mismo año se programó el drenaje completo del lago para construir un aeropuerto. Sin embargo, cuando Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia en 2018, canceló el proyecto. Echeverría, quien dice que ha estado obsesionado con el área durante casi tres décadas, fue designado para restaurar el ecosistema.

“Fue como pisar Marte”, dice el arquitecto. Eso pensó cuando aterrizó en la dirección del proyecto. El objetivo no era una “ocurrencia”, sino la culminación de un siglo de intentos. “Llevamos patinando en esto 75 años”, afirma, citando proyectos de restauración propuestos desde 1913, pasando por Miguel Ángel de Quevedo, en los 30 y Gonzalo Blanco, en los 50. Lo que faltaba, dice, “no era un problema de ideas, era un problema de voluntad política”.

Durante décadas, el Lago de Texcoco fue el símbolo de un país que drenó su propia memoria. De ser el corazón acuático del Valle de México pasó a convertirse en un páramo polvoriento, con suelos salinos, canales cegados y un paisaje casi marciano. En 2015 ya había perdido más del 95 % de su superficie original. Luego vino el megaproyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, una obra de concreto y promesas que terminó cancelada, dejando tras de sí un terreno herido.

Hoy, casi una década después, el lago vuelve a respirar. No por azar ni por milagro, sino por la suma de esfuerzos que durante años buscaron devolverle vida a ese ecosistema. El Parque Ecológico Lago de Texcoco, diseñado por el arquitecto Iñaki Echeverría e impulsado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Secretaría del Medio Ambiente, ha reforestado miles de hectáreas con vegetación nativa y rehabilitado los antiguos vasos reguladores para que vuelvan a cumplir su función natural: captar y almacenar agua.

El proyecto, declarado Área Natural Protegida en 2022, se apoya en una visión de ingeniería viva: dejar que el terreno, el clima y el agua marquen el ritmo de la restauración. Se han reconectado los nueve ríos que confluyen en la zona, y se han sembrado especies resistentes al tequesquite que ayudan a regenerar el suelo y atraer fauna. En ese proceso han participado biólogos, ingenieros, comunidades locales y universidades como la UNAM y la UAM, que han documentado el regreso de aves migratorias y especies endémicas como el mexclapique y la rana de árbol plegada.

Las lluvias de 2025 —las más intensas en ocho décadas— no iniciaron esta recuperación, pero sí la aceleraron. Según reportes de la UNAM y la Conagua, las precipitaciones llenaron los vasos de regulación y elevaron los niveles de humedad, activando procesos biológicos que habían estado latentes. Las imágenes satelitales muestran cuerpos de agua reapareciendo en zonas donde hace apenas unos años solo había polvo y maquinaria abandonada.

Sin embargo, este renacer también es un recordatorio incómodo. Porque mientras el lago se llena, otras zonas del Valle de México se inundan. Las lluvias, que benefician al ecosistema, también ponen en evidencia la precariedad de la infraestructura urbana: drenajes saturados, planeación deficiente y una ciudad que sigue creciendo de espaldas a su geografía natural.

Texcoco no solo se está recuperando; está corrigiendo una historia. Cada charca que regresa, cada pastizal que vuelve verde, es una forma de resistencia frente al olvido. Hoy, en los límites entre el agua y el concreto, ciclistas y aves comparten espacio sobre lo que alguna vez fue el sueño frustrado de un aeropuerto internacional.

El agua, paciente, está escribiendo una nueva versión de los hechos. Y con ella, una lección: el futuro del Valle de México no está en construir sobre lo que fue un lago, sino en aprender a convivir con él.