En la exuberante región de la Huasteca Potosina, en el municipio de Tanlajás, San Luis Potosí, crece entre la neblina de los ríos y el verde profundo de los bosques una leyenda ancestral que habla de seres de estatura prodigiosa, testigos de un tiempo en que lo humano aún luchaba por comprender al mundo natural.
Los habitantes del pueblo Téenek —también conocidos como huastecos— cuentan que antes de la llegada de los humanos modernos, existieron los gigantes llamados Lintsi, descendientes de los Pak’an, formados por la Madre Naturaleza según aquella cosmovisión.
Se decía que estos seres estaban revestidos de peculiaridad: no necesitaban carne ni bebida, pues se alimentaban del aroma mismo de lo que los rodeaba —el maíz tierno, las flores silvestres, el rocío de la mañana—, captando esa esencia mediante un olfato extraordinario.
Así, en una tierra donde cada brisa lleva historias antiguas, los Lintsi se convierten en más que personajes míticos: son símbolos de una relación perdida entre el hombre y la naturaleza, de un mundo que ya no vemos pero que aún sentimos.
Sus cuerpos gigantescos y su alimento invisible
La estatura de los Lintsi era tal que sus pasos hacían temblar la tierra, sus cuerpos cubiertos de vello, sin dientes, pues la carne no era su sustento.
En la versión más detallada del mito se dice incluso que tenían tres pies y dos brazos, lo cual denota su otredad deliberada: no eran humanos, eran otros-otros, conectados a la naturaleza de un modo que los humanos no comprendían.
El acto de “comer” se reducía al acto de oler: al inhalar el perfume del maíz, el dulzor de la flor o la frescura del agua en la sierra, ellos se nutrían. Esta forma de existencia, tan diferente de la nuestra, los ubicaba en un plano paralelo: pacíficos, sin necesidad de guerrear, sin cazar, sin preocuparse por la supervivencia según nuestros parámetros.

El encuentro con lo humano y la huida a las cuevas
Pero la armonía no perdura eternamente. Con el tiempo llegaron los humanos al territorio de los Lintsi, seres más pequeños, inclinados a consumir frutos, cazar, usar la fuerza. Al ver a los gigantes, sintieron temor, y aunque aquellos no fueron agresivos, la amenaza del cambio se impuso.
Los humanos decidieron expulsarlos. Los Lintsi, incapaces de combatir, huyeron hacia las profundidades de la tierra: se refugiaron en cuevas de la Sierra del Abra Tanchipa y la Sierra de Piaxtla, donde fundaron, según la leyenda, una ciudad subterránea y permanecieron ocultos.
Así, lo que fue convivencia se tornó desplazamiento, lo que fue presencia se volvió misterio. Y en las noches de luna llena, cuentan los ancianos de la región, se percibe un dulce perfume flotando en el aire: el rastro de aquellos gigantes que aún respiran la esencia del mundo, aunque fuera del alcance de la vista humana.

Significado cultural y vigencia del mito
Más allá del relato, la leyenda de los Lintsi es una enseñanza: el pueblo Téenek no solo cuenta historias, sino que transmite valores de respeto hacia la tierra, hacia los árboles, hacia los aromas que viven y desaparecen. En una región donde la naturaleza se entrelaza con lo cotidiano —el río, la cascada, la montaña— estos gigantes son emblemas de una ecología humana, donde convivir no es dominar.
El mito también forma parte del devenir identitario de la Huasteca: Tanlajás —cuyo nombre significa “lugar de lajas” o “piedras en capas” en Téenek— es cuna de estas historias que alimentan la memória colectiva y que hoy pueden contarse como rich text (cultura viva).
¿Por qué importan los Lintsi hoy?
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Reconectar con lo invisible: En un mundo saturado de consumo, la historia de seres que se alimentan del aroma nos invita a desacelerar, a percibir lo etéreo.
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Reconocer el patrimonio intangible: Las leyendas no son sólo “cuentos”, sino vectores de identidad, de sabiduría local, de cosmovisión indígena que merece ser respetada y difundida.
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Reflexionar sobre la naturaleza y el ser humano: Los Lintsi desestabilizan nuestras certezas sobre vida, alimento, sobrevivencia. Nos recuerdan que existen otras formas de estar en el mundo.
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Turismo cultural con sentido: La Huasteca Potosina no sólo ofrece cascadas y ríos, sino historias profundas que pueden vivirse y escucharse, con respeto y consciencia, en comunidad.

