Por qué cada vez más mexicanos eligen Perú para sus vacaciones largas

Hace cinco años, cuando un mexicano pensaba en un viaje internacional de una semana, miraba Europa o el Caribe. Hoy en día, Perú se une a esa conversación porque la estructura del viaje a tierras Andinas funciona de manera casi redonda. Distancia manejable desde Ciudad de México (6 horas de vuelo directo), presupuesto que compite con destinos más obvios, y una densidad increíble de experiencias que justifica los días y el dinero invertido. Entre 2022 y 2024, el flujo de viajeros mexicanos hacia Perú creció 45%. No se trata solo de tours express de fin de semana, el promedio de estancia es de 9 noches, con un gasto en destino alrededor de USD 970 por persona (sin contar vuelos internacionales). La gente va con tiempo, recorre Cusco con calma, visita Machu Picchu, asciende al Rainbow Mountain a más de 5,000 metros y regresa hablando de lo que vivió, no solo de las fotos que consiguió.

Qué tiene Perú que otros destinos no concentran en el mismo paquete

Perú no compite con las playas de Cancún. Compite con destinos donde buscas cultura material, paisaje trabajado y comida diversa en un mismo viaje. Cusco está a 3,400 metros de altitud, unos 800 metros más arriba que Ciudad de México, rodeada de montañas que superan los 6,000. El Valle Sagrado de los incas tiene ruinas aún funcionales: acueductos que todavía llevan agua, terrazas agrícolas donde se siembra maíz hoy.

Machu Picchu es el nombre conocido mundialmente, pero Ollantaytambo, Pisac y Moray son complejos arqueológicos igual de trabajados. Ollantaytambo es un pueblo inca completo con calles de piedra originales, canales de agua activos y un sitio ceremonial vertical donde ves bloques de granito traídos desde canteras al otro lado del valle.

La comida peruana usa ingredientes que en México reconoces, maíz, papa, ají, con preparaciones propias. El ceviche peruano lleva leche de tigre: jugo de limón, ají, cilantro y cebollas. La pachamanca es carne y tubérculos cocidos bajo tierra con piedras calientes durante horas; una técnica andina de siglos que sigue viva en comunidades rurales.

En el costo también hay un argumento claro. Un viaje de 7–8 días a Perú con vuelos desde México, hoteles decentes, tours organizados y comidas sale entre 35,000 y 55,000 pesos mexicanos por persona (dependiendo de categoría de hotel y nivel de confort). Europa en el mismo tiempo arranca en 70,000. Estados Unidos, según ciudad, está en 50,000 hacia arriba.

Cómo se reparte, en la práctica, una semana en Perú

Si vienes desde México con una semana larga, el esqueleto del viaje casi siempre gira en torno a Cusco y Machu Picchu. Cada agencia ajusta detalles, pero el mapa general se parece mucho a este:

Primeros días: Cusco y tu cuerpo

Llegas por la ruta Ciudad de México–Lima–Cusco. La escala en Lima es logística; el foco real está en los Andes. Cusco está 800 metros más arriba que Ciudad de México y tu cuerpo lo registrará. Subir escaleras cansa más, puede aparecer dolor de cabeza leve o sueño cortado. Los primeros dos días se usan para caminar sin prisa, tomar agua, comer ligero y empezar a entender la ciudad imperial de los incas con su Plaza de Armas, una catedral barroca sobre cimientos incas, el templo del Qorikancha y las murallas ciclópeas de Sacsayhuamán.

Valle Sagrado de los Incas

Cuando el cuerpo ya respondió al cambio de altura, el siguiente bloque lógico es el Valle Sagrado con tres puntos clave: Chinchero, Maras y Moray. Chinchero combina terrazas agrícolas con vista a nevados y talleres textiles donde el teñido con cochinilla, plantas y minerales se trabaja todos los días. Maras muestra cientos de pozas de sal alineadas en un valle estrecho, alimentadas por un solo ojo de agua salada que baja desde la montaña.

Moray aporta la pieza más rara del conjunto, una suerte de anfiteatros circulares de terrazas donde cada nivel tiene un microclima distinto, usados por los incas como laboratorio agrícola para adaptar cultivos a diferentes alturas. Control del agua, manejo fino del suelo y experimentación constante con alimentos en plena cordillera andina.

Machu Picchu en contexto

El día fuerte se arma alrededor del tren a Aguas Calientes, el ascenso en bus por las curvas de la carretera Hiram Bingham y la caminata guiada entre terrazas, templos y canales de agua tallados en roca. Además de la foto clásica, lo que queda en la memoria es la combinación entre ciudadela, ingeniería hidráulica fina y planificación en zona sísmica.

Rainbow Mountain y Laguna Humantay

El otro bloque fuerte del viaje suele ser un día de altura: Rainbow Mountain (Vinicunca) alrededor de los 5,000–5,200 metros, y otro con la Laguna Humantay sobre las 4,200. Madrugadas, frío, aire menos denso y un cuerpo que te recuerda en cada paso que la geografía andina se respeta. La recompensa son vistas que mezclan glaciares, lagunas turquesa y montañas de colores que hacen que el esfuerzo tenga sentido, siempre que llegues aclimatado y sigas las indicaciones del guía.

Mercados y vistas finales

Los días restantes se llenan con visitas extra a museos, barrios como San Blas, mercados como San Pedro o un extra de algún tour, según tu energía y presupuesto. Lo importante es entender que en 6 a 8 días se combinan una ciudad viva, arqueología única en el mundo y esfuerzo físico medido.

¿Y si tienes más días en Perú?

Cuando el viaje se prolonga más allá de Cusco y Machu Pichu, muchos mexicanos suman extensiones como estas:

  • Lago Titicaca (Puno): navegación a 3,812 m s. n. m., islas flotantes de totora en Uros y comunidades como Taquile donde el tejido y las asambleas comunales siguen marcando el ritmo de la vida diaria.
  • Cañón del Colca (Arequipa): miradores como la Cruz del Cóndor frente a uno de los cañones más profundos del mundo, cóndores planeando sobre el valle y andenes agrícolas preincaicos todavía cultivados.
  • Oasis de Huacachina (Ica): único oasis natural de Sudamérica, rodeado de dunas altas, sandboarding y atardeceres sobre un desierto que recibe muy poca lluvia al año.
  • Camino Inca clásico (4 días): tramo ancestral con cupos diarios limitados, pasos de montaña por encima de los 4,200 m y llegada a Machu Picchu por la Puerta del Sol al amanecer.
  • Reserva de Tambopata (Amazonía sur): lodges en plena selva, collpas de guacamayos al amanecer y caminatas en uno de los núcleos de biodiversidad más estudiados del continente.
  • Líneas de Nazca (Ica): sobrevuelo en avioneta para ver geoglifos de cientos de metros trazados hace más de 1,500 años en las pampas del desierto.

Lo que te va a pasar con la altura

Los primeros dos días en Cusco lo normal es sentir la altura en cosas simples: un poco de dolor de cabeza, cansancio rápido al subir escaleras, sueño que se corta en la noche. No es una emergencia, es el cuerpo adaptándose a los 3,400 metros. La forma prudente de manejarlo es básica: tomar entre dos y tres litros de agua al día, comer ligero, dejar el pisco sour para otra noche y caminar a un ritmo que permita hablar sin agitarse demasiado.

El té de coca suele aliviar el malestar leve y mucha gente recurre también a analgésicos comunes como el ibuprofeno si la molestia en la cabeza se vuelve incómoda. Existe medicación específica para prevenir el mal de altura, como la acetazolamida (Diamox), pero requiere que la recete un médico antes del viaje, sobre todo si la persona tiene antecedentes cardíacos o respiratorios.

Todo lo que lees aquí es orientación general: en temas de salud, la última palabra siempre la tiene un profesional que conozca tu historial.

Cómo se arma el viaje desde México

Desde Ciudad de México a Lima el vuelo directo ronda las seis horas y suele moverse en un rango de precio entre 12,000 y 20,000 pesos mexicanos ida y vuelta, según la anticipación y la temporada. El tramo Lima–Cusco añade una hora y veinte minutos de vuelo y suma, en promedio, entre 2,000 y 4,000 pesos por el boleto de ida y vuelta. Con eso ya tienes la columna vertebral del viaje. El monto de los tours con una agencia prestigiosa puede estimarse por sobre los 12,000 pesos mexicano, acorde al número de días y los servicios incluidos.

Abril, mayo, septiembre, octubre y noviembre son meses con clima seco en Cusco, cielos bastante despejados y temperaturas que suelen ir de unos 5 °C por la noche a 20 °C durante el día. Julio y agosto ofrecen condiciones similares, aunque con más afluencia de visitantes de Estados Unidos y Europa por sus vacaciones de verano. De diciembre a marzo predominan las lluvias; Machu Picchu se mantiene abierto, pero el Camino Inca entra en mantenimiento durante febrero.

Por qué este viaje tiene sentido para mexicanos justo ahora

Perú y México comparten una historia de civilizaciones agrícolas que pensaron el territorio con una lógica similar: terrazas escalonadas, sistemas de canales, manejo intensivo de maíz y papa como base alimentaria y arquitectura ceremonial alineada con el sol y las montañas. Cuando una persona mexicana camina por Sacsayhuamán o por las terrazas de Pisac, la forma del espacio le recuerda de inmediato a lugares como Teotihuacán o Monte Albán: plazas amplias, ejes definidos y cerros que no son solo paisaje, sino parte del sistema simbólico.

Armar por cuenta propia trenes, entradas para Machu Picchu, traslados entre pueblos y plan B por clima lleva tiempo y atención. Para mucha gente, tiene más sentido dejar esa parte en manos de operadores locales responsables que se dedican a ordenar el rompecabezas. Waman Adventures, por ejemplo, diseña paquetes turísticos de 3 a 12 días desde México que incluyen vuelos internos Lima–Cusco, traslados, guías en español, entradas reservadas para Machu Picchu, tren a Aguas Calientes y grupos pequeños donde el ritmo permite detenerse a aprender, comer y caminar sin la sensación de carrera. Cuando todo eso está resuelto antes de salir de México, el viaje se siente distinto. Llegas a Perú con los días ordenados, sabes qué toca en cada jornada, a qué hora sale el tren y dónde duermes, y el espacio que queda libre se llena de lo que viniste a hacer: mirar, caminar, probar comida nueva y acostarte cada noche con la sensación tranquila de que el viaje está bien aprovechado.