Bajo el ritmo caótico de la Ciudad de México, en el cruce del Eje Central Lázaro Cárdenas y la colonia Guerrero, un equipo de arqueólogos ha desenterrado un fragmento de historia que parecía perdido en el tiempo. Lo que comenzó como un salvamento arqueológico —una intervención preventiva ante obras modernas— se transformó en una ventana al pasado prehispánico de esta metrópoli.
En este predio urbano, hoy cubierto por pavimento y edificios, se localizaron restos de una unidad doméstica perteneciente a la última ocupación tlatelolca, asociada al periodo Posclásico Tardío (1325-1521). Más allá de simples vestigios, los hallazgos sugieren una vida cotidiana rica y compleja en un momento crucial antes de la llegada europea.
Ecos del pasado: qué fue lo que se encontró
La excavación meticulosa desenterró tres entierros humanos, fragmentos de cerámica de estilo Azteca III, muros, pisos, herramientas de uso doméstico y un tlecuil —un fogón de piedra que funcionaba como corazón de la cocina prehispánica.
Los restos humanos, incluidos individuos de diferentes edades, estaban acompañados de ofrendas y objetos que hablan de prácticas funerarias y creencias del mundo tlatelolca. Estas piezas no solo enriquecen nuestro entendimiento de la vida cotidiana, sino que, por su mismo contexto, se convierten en testigos indirectos de cómo las comunidades se asentaban y movían en esta zona lacustre.

Redibujando fronteras del pasado
El hallazgo no es solo arqueológico; es cartográfico. Uno de los elementos más reveladores es que, en el sitio excavado, no se encontró el lecho lacustre que caracteriza la antigua Cuenca de México. Esto indica que esta área era tierra firme en tiempos prehispánicos, un dato crucial para arqueólogos e historiadores que buscan corroborar los límites del islote de Tlatelolco y comprender mejor la ocupación del valle.
Hasta ahora se consideraba que La Lagunilla estaba más asociada a cuerpos de agua antiguos, extensiones periféricas del lago de Texcoco que unían Tenochtitlán con Tlatelolco. Con esta evidencia, los investigadores podrán definir con mayor precisión hasta dónde se extendía ese núcleo urbano tlatelolca y cómo se conectaba con sus barrios y comunidades vecinas.

El arte de excavar y comprender
La intervención consistió en una serie de unidades de excavación cuidadosamente planificadas, pozos y calas que permitieron observar capas estratigráficas impregnadas por la acción humana. Estas capas muestran cómo los antiguos pobladores nivelaron y transformaron el terreno para construir y vivir.
Además de su importancia científica, estos descubrimientos generan una curiosa paradoja: las raíces del presente urbano emergen de un pasado que parecía invisible bajo nuestros pies. En una urbe donde la modernidad pugna por cada centímetro de espacio, es revelador encontrar fragmentos del mundo que existió antes de que la ciudad dejara de ser lago para convertirse en metrópoli.
Un puente entre épocas
Este hallazgo arqueológico en La Lagunilla es más que tumbas y cerámica: es una conversación entre el pasado y el presente, un recordatorio de que la historia de la Ciudad de México no yace únicamente en los libros, sino bajo sus calles, esperando ser redescubierta. Con cada fragmento recuperado y cada límite redefinido, entendemos un poco mejor quiénes fuimos y cómo llegamos hasta aquí.

