La UNAM revela cómo es el interior del Popocatépetl con ayuda de inteligencia artificial

Investigadores de la UNAM lograron reconstruir el interior del volcán Popocatépetl mediante inteligencia artificial, identificando cámaras magmáticas y mejorando la comprensión de su actividad interna.

El Popocatépetl es parte del horizonte cotidiano del centro de México y, al mismo tiempo, uno de los volcanes activos más observados del continente. Su constante vigilancia ha permitido conocer con precisión lo que ocurre en su superficie, pero durante décadas su interior permaneció como un territorio prácticamente inaccesible. Hoy, esa frontera comienza a desdibujarse.

Un grupo de científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México logró reconstruir con gran detalle la estructura interna del Popocatépetl utilizando inteligencia artificial aplicada a datos sísmicos. El resultado es una imagen tridimensional de alta resolución que permite comprender cómo está organizado el volcán por dentro y cómo se distribuye el magma bajo la superficie.

Se trata de uno de los avances más importantes en la volcanología mexicana en años recientes.

Mirar dentro de un volcán

El estudio se basa en una técnica conocida como tomografía sísmica, un método que funciona de manera similar a una tomografía médica, pero aplicada a la Tierra. A partir de miles de registros de microsismos generados por la propia actividad volcánica, los investigadores analizaron cómo viajan las ondas sísmicas a través de distintos materiales.

La inteligencia artificial fue clave para procesar esta enorme cantidad de información. Los algoritmos aprendieron a distinguir patrones en las vibraciones internas del volcán, permitiendo traducir esos datos en una representación clara y detallada de su estructura.

Gracias a este enfoque, fue posible observar zonas internas que hasta ahora solo se inferían mediante modelos teóricos.

Las cámaras magmáticas del Popocatépetl

Uno de los hallazgos más relevantes es la identificación de dos cámaras magmáticas ubicadas aproximadamente a 10 kilómetros de profundidad. Estas cámaras funcionan como reservorios donde el magma se acumula, se enfría parcialmente y evoluciona antes de ascender hacia la superficie.

El análisis reveló que estas zonas no están completamente llenas de magma líquido, sino que contienen una mezcla compleja de roca cristalizada y material fundido. Esta condición explica por qué el Popocatépetl puede mantenerse activo durante largos periodos sin necesariamente generar erupciones explosivas de gran escala.

La existencia de una tercera cámara más profunda sigue siendo una hipótesis, pero aún no puede observarse con la misma claridad debido a sus características y profundidad.

Inteligencia artificial al servicio de la Tierra

Lejos de reemplazar el trabajo científico, la inteligencia artificial se convirtió en una herramienta que amplifica la capacidad de análisis humano. Al procesar datos sísmicos acumulados durante varios años, los modelos lograron una resolución superior a la obtenida con métodos tradicionales.

Este enfoque permite actualizar el modelo del volcán de manera constante, integrando nuevos registros y refinando la imagen interna conforme cambia la actividad. En un volcán dinámico como el Popocatépetl, esta capacidad de adaptación resulta fundamental.

Comprender para vigilar mejor

Conocer la anatomía interna del Popocatépetl no solo tiene valor científico. También aporta información clave para interpretar señales como el aumento de sismicidad, la emisión de gases o los cambios en el comportamiento eruptivo.

Al entender cómo y dónde se mueve el magma, los especialistas pueden contextualizar mejor los fenómenos observados en la superficie y fortalecer los sistemas de monitoreo. Esto se traduce en una vigilancia más precisa y en una mejor comprensión de uno de los volcanes más emblemáticos del país.

Ciencia mexicana en la frontera del conocimiento

Este proyecto confirma el papel de la UNAM como una de las instituciones científicas más relevantes de América Latina. La combinación de geofísica, sismología e inteligencia artificial demuestra que la ciencia hecha en México no solo observa la naturaleza, sino que desarrolla herramientas propias para descifrarla.

Explorar el interior del Popocatépetl es, en el fondo, una manera de mirar hacia el interior de la Tierra y entender mejor los procesos que la mantienen viva y en constante transformación.