Guillermo Fadanelli

Un recorrido bohemio por los bares predilectos del escritor Guillermo Fadanelli

Un anacoreta, un misógino y hasta misántropo, se describe así mismo el autor, o lo describen así; en serio o no, lo cierto que es que en su modus operandi recurre a ciertos momentos de catarsis, de búsqueda de sociabilidad y entretenimiento. También él ha descrito que su impulso social es para poder sobrellevar su soledad, o hasta recurrir a ella con más fuerza y convicción; a sus libros y lecturas, y a la creación de sus textos. Es el descanso para la mente atormentada que, de pronto, se encuentra inmersa en un laberinto insondable de teorías y desasosiego. 

El ritual con Willy, como lo apodan los amigos, suele ser casi siempre inesperado. Recibes algún mensaje de texto, verificas a cuánto tiempo-distancia estás del lugar y le confirmas tu llegada. No es fácil que te acepte en la mesa, suele ser un hombre precavido, conoce su temperamento y sabe cómo terminan las noches interminables con él, se protege, y también, de alguna manera, protege al otro.

Porque esto no es una ficha psicológica del autor, aunque parece, la siguiente es una lista de lugares que el escritor ha frecuentado a lo largo de su carrera noctámbula, donde se ha reunido con su entourage, con sus amigos, con sus “discípulos”, con su mujer o sus mujeres; o solo para luego convocar a quien se deje; ya que asegura que nunca toma ni ha tomado solo.

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La Cantina Nuevo León. Michoacán, en la Condesa. Una cerveza oscura para comenzar. “Negra Modelo” por lo regular. Si la charla continúa se sigue con un tequila. Y así le va campechaneando: cerveza, tequila, cerveza, cerveza, tequila…

 

2. Xel-há Bar. Parral, en la Condesa. Aquí la comanda depende del humor. O el par cerveza y tequila; o se va por las cubas o los vodkatonics. Por ahí de la media noche, con los meseros como cómplices (o enemigos, la percepción cambia de acuerdo al humor), llega a pedirse un caldito de lima.

 

3. Cantina Bar Montejo o “La Montejo”. Benjamin Franklin, Condesa. Ibídem del anterior.

 

4. Sep’s Restaurante. Aquí sus citas son para comer, suele suceder que la noche entra y se alarga y entonces continúa con los licores. Normalmente comienza con “un gran tarro de cerveza helada”, o dos. Después, con algo de recato, porque le molesta comer frente a los otros, “comer es un acto animal” (algo así), pero si se anima pide las “Salchichas Frankfurter” o la “Milanesa Vienesa De Cerdo”. Y depende, depende, y otra vez depende de su humor.

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5. Hostería La Bota. Es amigo de Antonio Calera, un ávido lector y promotor de la literatura ¿local? Guillermo tiene años visitando este lugar que fungió (¿o sigue fungiendo?) como punto de reunión del movimiento “underground”. Cerveza, is la opción.

 

6. Agapi mu. Alfonso Reyes 96, Condesa. Otro restaurante al cual se podría decir que no es un ávido visitante, pero que bien pudiera incluirlo en la lista porque le parece un lugar agradable. Un ouzo, una cerveza, seguida por unos “Dolmades”, pa’ pasar a la “Jrisúla”, y compartir un “Musaká”, con una copa de tinto. Algo así aunque no tal cual.

 

7. Specia. Michoacán 241, adivinen en qué colonia: exacto. Exploren el menú ustedes mismos. 

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8. St. Patrick’s Pub. Campeche, otra vez, la Condesa. Siempre en domingo. Es un lugar al cual jamás recurriría, pero los domingos por la tarde se encuentra tan solo y tan tranquilo, que ha sido el elegido por Fadita, como lo apodan o apodaban en Filos. Uno o dos grandes tarros de cerveza oscura, por favor.

 

9. La Villa del Sarria. Monterrey, colonia Roma. Una cantina, cantina, cantina. Las paredes desmoronándose, puertas de vaivén, televisión con el partido de fut, tacos grasosos de papa, cacahuates, rocola y varios borrachos. Cerveza de barril.

 

10. El Covadonga. Puebla, colonia Roma. Un gran salón tradicional entre gruesos pilares, mesas para el dominó, con hombres y mujeres jugándole; un rico y caro menú español. Aquí se toman high balls, cervezas o el mezcalito. “¿Cómo se llama el bar de los escritores?” Alguna vez preguntó algún chileno.

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11. La Valenciana. Universidad 48, cambiándole el rumbo, en la Benito Juárez. Una cantina restorán con decoración, ¿taurina? En alguna mañana-tarde que siguió a la noche anterior,  el señor Fadanelli apareció y congregó a distintas personalidades. Cerveza, cacahuates y la resistencia a comer. Dicen que la comida es buena…

 

12. Pulquería Insurgentes. Insurgentes Sur 226, volviendo a la Roma. De pronto se toma un pulque, pero y sobre todo, unas cervezas. También punto de reunión de los compas underground, que pocos quedan, o más bien, de underground poco les queda.

 

13. Cantina El Centenario. Vicente Suárez 42, Condesa. Aunque al parecer esta cantina ya quedó desterrada de la lista, fue un lugar el cual llegó a visitar. También es una cantina-cantina, es difícil platicar porque están los tríos y los mariachis, y los borrachos. O es uno ya está muy borracho.

 

Es un hecho que el escritor, mito y hombre, Fadanelli, ha recorrido y creado una búsqueda alterna, interna, subalterna en torno a la vida de bares, de la auto destrucción y el reconocimiento del otro, y del otro yo, o la recreación del yo, o reconstrucción del yo. Es la vida de noche, la oscura vorágine, la no vida. 

P.D. “Antes iba a La Faena y La India en el centro. Y al Ardalio en Tacubaya. Pero ya no sé ni si existen.” G.F.


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