La ciencia ficción llega a la Cineteca con 20 películas clásicas

La ciencia ficción no sólo predice futuros posibles: los imagina desde las ansiedades, esperanzas y contradicciones de su presente. Y esa es justo la propuesta de la Cineteca Nacional, que desde este 2 de agosto y hasta el 19 de diciembre presentará 20 películas clave del género en su ciclo “El cine de ciencia ficción”, parte de la temporada Clásicos en pantalla grande.

La selección ofrece un recorrido que inicia en 1913 y culmina en 1985, abarcando más de siete décadas de cine que, con estilos, tecnologías y obsesiones distintas, fue perfilando lo que entendemos hoy como ciencia ficción.

Del humo marciano al miedo atómico

La función inaugural será Un mensaje de Marte (A Message from Mars, 1913), dirigida por Wallet Waller y musicalizada en vivo por Deborah Silberer. Restaurada por el British Film Institute, esta película es considerada el primer largometraje del género. A partir de ahí, el ciclo se adentra en las ficciones distópicas de entreguerras con Lo que vendrá (Things to Come, 1936), basada en el trabajo de H. G. Wells, una reflexión sobre el porvenir de la humanidad escrita en medio del caos del siglo XX.

Con la Guerra Fría como telón de fondo, la ciencia ficción se volvió un espejo de paranoia y tensiones ideológicas. Se proyectarán títulos como El día que la tierra se detuvo (The Day the Earth Stood Still, 1951)Vinieron del espacio exterior (It Came from Outer Space, 1953) y La guerra de los mundos (The War of the Worlds, 1953), cintas que no solo hablaban de extraterrestres, sino del miedo al “otro” y a la aniquilación global.

Películas como El planeta prohibido (Forbidden Planet, 1956) y La invasión de los usurpadores de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956) continuaron en esa línea, mezclando alta tecnología con angustia social.

Ciencia ficción como crítica cultural

Durante los años 60 y 70, el género se volvió más introspectivo y filosófico. En esta etapa el ciclo incluye Alphaville (1965) de Jean-Luc Godard, la emblemática 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) de Stanley Kubrick y El planeta de los simios (Planet of the Apes, 1968), todas ellas preguntándose por el lugar de lo humano en un mundo que parece desbordarlo.

El recorrido sigue con THX 1138 (1971), debut distópico de George Lucas; Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, 1973), una visión apocalíptica de escasez y consumo; Encuentros cercanos del tercer tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977), donde Spielberg plantea una visión más luminosa del contacto alienígena, y Alien: el octavo pasajero (Alien, 1979), donde el miedo se esconde dentro de la propia nave. De manufactura nacional, también se suma El año de la peste (1978), de Felipe Cazals, una cinta que toma como base la ciencia ficción para denunciar la negligencia institucional en tiempos de epidemia.

Finales explosivos

El ciclo concluye con títulos que marcaron la estética del género en los años 80 y que, de paso, se volvieron íconos culturales: Mad Max 2: El guerrero de la carretera (Mad Max 2: The Road Warrior, 1981), Blade Runner: el montaje final (Blade Runner: The Final Cut, 1982), 2010: Odisea dos (2010: The Year We Make Contact, 1984), Los amos del tiempo (Time Masters, 1982), clásico de la animación francesa, y El ombligo de la luna (1985), una rareza mexicana que cierra el viaje.

Este ciclo no es sólo una oportunidad para reencontrarse con clásicos en pantalla grande, sino también una forma de entender cómo hemos imaginado el futuro en distintos momentos históricos. Porque si algo deja claro el cine de ciencia ficción es que todo lo que proyectamos hacia adelante, en realidad, habla más de lo que somos hoy.

La ciencia ficción no es un género aislado en la fantasía o en la técnica: está profundamente entrelazado con las pulsiones y tensiones de su época. Es una forma de crítica social que dialoga con los miedos colectivos, los avances científicos, los traumas culturales y las obsesiones del momento. Cada alienígena, cada apocalipsis, cada viaje interestelar es también una metáfora de lo que nos inquieta como humanidad. Lo imposible y lo desconocido se convierten en el escenario ideal para representar lo que no siempre nos atrevemos a mirar de frente. Y por eso, volver a estos clásicos es también mirar de nuevo —con otros ojos— lo que fuimos, lo que temimos… y lo que seguimos siendo.