Antes de destapar tu cerveza, pregúntate por unos instantes cómo es que adquirió tanta notoriedad una bebida embriagante que no es propia del país. Una notoriedad impresionante, al grado de ser la más consumida en todo México (por encima de cualquier brebaje endémico que inclusive hoy son poco conocidos).
La primera fábrica de cerveza que hubo en el continente americano se construyó en la gran Tenochtitlán, 20 años después de la conquista. El precursor fue un sujeto de nombre Alonso Herrera, quien era dueño de una finca en la Nueva España: la finca de “Los Portales“, hoy la colonia Portales. Aquél empresario español pidió permiso al entonces virrey Luis Velasco para generar el negocio, mismo que aseguraba sería tan exitoso como el de pasteles. Y a decir verdad en su época no fue tan exitoso. De hecho, la cerveza era bebida únicamente por españoles y uno que otro mexica, ya que en ese entonces no existían las fabricas de hielos (no existían incluso en los inicios del porfiriato), y una cerveza tibia en medio de un extremoso clima tropical no era para nada refrescante. La realidad fue, que los nativos no abandonaron su tradicional y saludable bebida endémica: el pulque.
La cerveza tuvo distintas etapas en las que aspiró a hacerse famosa, todas lideradas por empresarios extranjeros. En el siglo XIX, bajo el mandato del emperador Maximiliano de Habsburgo, una buena cantidad de inmigrantes alemanes popularizaron su consumo. Ahí nacieron las primeras lagers oscuras al estilo vienés.
Otro momento –y quizás el más decisivo–, se dio años más tarde…una vez más, Porfirio Díaz es el protagonista de la historia. Con la llegada del ferrocarril, el general Díaz intentó desplazar al pulque –esa bebida “vil y pestilente”– con la importación al país de la cerveza y de maquinaria para construir las primeras empresas que se dedicaran a su producción. Y a pesar de que tuvo cierto éxito con el negocio, las clases bajas aún siguieron deleitándose con el pulque y el aguardiente.
Entre 1845 y 1849, las primeras empresas cerveceras en México de las que se escuchaba hablar en las calles eran las marcas Pila Seca (suiza) y la Cruz Blanca (francesa). Le siguió la cervecería Toluca (también suiza), y la famosa “Hospicio de Pobres“. Resulta hilarante enterarnos que numerosas factorías cerveceras se instalaron en lo que anteriormente fueron conventos e iglesias. Existió, por ejemplo, la del convento de San Agustín, entre las calles de Isabel la Católica y República de El Salvador en 1829, así como aquella de nombre Hospicio de Pobres, que tomó el título debido a que sus instalaciones anteriormente fungieron como albergue de indigentes.
Existió un legendario sitio para beberlas, el bar room, cuyo lugar dio cabida a las reuniones de los primeros bohemios de la ciudad, los poetas modernistas. Ya imaginarás la elegancia y galantería que para la época era el tomar cerveza, esa fina bebida importada que posteriormente, a la llegada de empresas al país, era únicamente fabricada por expertos traídos desde Europa. La llegada de la Independencia de México atrajo consigo una ola de inmigrantes europeos y estadounidenses que preferían beber cerveza que un buen tarro de pulque. Incluso se tomó en serio la controversia sobre los derechos exclusivos a producirla (iniciada por supuesto por extranjeros, especialmente ingleses).
Hay quienes afirman, que la verdadera consolidación de la fama cervecera se dio hasta el siglo XX, con la llegada de empresas como la cerveza Modelo en el año 1925. Para ese entonces la modernidad había cambiado mucho la situación del pueblo de Tenochtitlán; nos habían ofrecido ya el sueño europeo y el americano en bandeja de plata, una visión extraordinaria de esperanza que posaba al mexicano en un duelo inmortal entre la necesidad de crecer o quedarse en su mítico origen. Cuestión que por cierto aún prevalece resentidamente.
Hoy en día México ocupa el décimo lugar a nivel de consumo de cerveza. Sabiendo ahora todo lo anterior, no resulta nada extraño que hoy te encuentres bebiendo una cerveza en vez de un trago de pulque, pox o charanda.
Fuente: del Carmen Reyna María, “Apuntes para la Historia de la cerveza en México”.
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